Especial MadaHashi parte 3: Yo si te amo

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Ardnas: *susurrando* Holis queridos lectores.

Hashirama: ¿Por qué susurras?

Ardnas: *reprendiéndolo en voz baja* Habla menos fuerte Hashirama-san, mi primita esta dormida *apuntando a una esquina*

Estaba Veris sobre una cama improvisada durmiendo profundamente.

Ardnas: *susurrando* Hace días que tiene insomnio y solo ahora le dio sueño, hay que dejarla dormir.

Hashirama: Esta bien *susurrando también*

Ardnas: *Hablando aun más bajo* Disfruten el fic.

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—Madara-onisama—llamó un muchacho de al menos 17 años, cabellos y ojos negros cual carbón, además de una piel pálida.

— ¿Qué ocurre Izuna?—respondió el azabache mayor.

— ¿Quién es Hashirama?—preguntó acusador el menor.

— ¿De-De dónde has sacado ese nombre?

—Tienes de contacto a un tal Hashirama—dijo mostrándole su celular.

—IZUNA—reprochó el mayor— ¿Qué te he dicho sobre revisar mis cosas?

—Que no lo haga—bufó—pero no pienso hacerte caso, tú eres mío oni-sama y nadie va a apartarte de mi lado, mucho menos ese tal Hashirama.

Izuna fue y aventó el celular de su hermano a la piscina de su casa, despues tomó una mochila y se fue satisfecho a la universidad.

Madara solo negaba con la cabeza, estaba seguro de que tendría que comprarse otro celular, ese ya era el sexto del mes, si seguía así gastaría más en esos aparatos que en cualquier otra cosa existente.

El azabache ya estaba acostumbrado a esto, siempre respaldaba todos los números telefónicos de sus contactos o en su defecto los memorizaba, era tan típico que Izuna hiciera aquellas cosas que ya ni siquiera se molestaba, pero no podía culpar a su hermanito, claro que no, toda la culpa era de aquella mujer.

Cuando él tenía 17 años su madre murió, toda su familia se quedó tan devastada que la mayoría de sus hermanos se suicidó dejándole solo al pequeño Izuna. Con su padre las cosas tampoco iban bien, se había hundido en el vicio del alcohol y sus hijos lo sentían cada vez más perdido, hasta que llegó ella.

Su nombre era Kuripako, era egocéntrica, presumida, mal hablada y obviamente los detestaba, al menos cuando su padre no estaba porque cuando él se encontraba cerca ella se transformaba en una inocente angelito, Madara e Izuna suponían que su padre había visto en ella el parecido físico con su madre, porque esa mujer no tenía muchos más dotes.

Ellos decidieron dejar pasar el hecho de que la mujer los odiara porque su padre parecía estar mejor, se casaron y todo iba de maravilla... Hasta que su padre murió.

En el testamento se reveló que Tajima había dejado todo lo que poseía a sus hijos... Y eso la hizo explotar.

Gritó a los cuatro vientos que se alegraba mucho de haber provocado la muerte de Tajima, y aunque ella se encontrara pagando por la muerte del mayor de los Uchiha su revelación había dejado grandes cicatrices en el par de azabaches, sobretodo en Izuna.

Su hermano menor tenía mucho miedo de que a él le pasara lo mismo que a su padre, por eso se la pasaba espantando a toda chica, doncel o varón sospechoso que siquiera volteara a ver a su hermano.

No podía culpar a su hermanito por comportarse de esa forma.

Con los Senju

Hashirama suspiró fastidiado, se encontraba en medio de un gran salón rodeado de gente que no conocía y si lo hacía no le caían del todo bien, la decoración del lugar era hermosa aunque un poco anticuada para su gusto, el lugar y su vestimenta elegantemente eran adecuados para la ocasión... Su fiesta de compromiso.

La culpa no es suyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora