Things forgotten *

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—Por favor… les daré todo lo que quieran… por favor… — la suave risa que respondiera a las suplicas de aquel hombre había precedido al seco golpe en el costado de su cabeza lo suficientemente fuerte para hacerle callar y reabrir algunas de la heridas que habían dejado de sangrar pero no lo suficiente para desmayarlo.

El pobre tipo no sabía que todas sus cuentas bancarias ya habían sido drenadas y sus fondos externos desviados.

— ¿No es gracioso Ko-chan? El sujeto parece estar bajo la impresión de que le dejaremos ir.—comentó el rubio bastante animado, con los googles y el cubrebocas puestos era casi imposible adivinar su expresión pero el mero tono de voz hacía pensar que una enorme sonrisa se escondía bajo la obscura tela que escondía sus facciones.

—Por favor… mi esposa… ella debe…— otra fría risa aún más animada, parecía que mientras más suplicase el humor de su captor mejoraba pero eso no era necesariamente bueno.

—¿No es ella la mujer a la que torturaste hasta la muerte esta mañana Ko-a-la? —

—Creo que lo fue Sa-bo. — La mujer sentada a unos pasos de la zona de torturas estaba tranquilamente observando el espectáculo junto a un pequeño de apenas unos 12 años, ataviada de forma similar a su compañero, sus propios googles redondos y cubrebocas rojo haciendo juego con su sombrero y su minifalda, la mano enguantada sobre el hombro del joven que entre atento y nervioso observaba el supuesto interrogatorio, la mayoría de la información ya había sido extraída de los resecos labios del condenado y aquello más bien se había transformado en una especie de deporte de entretenimiento para los presentes, uno donde veían cuanto tiempo aguantaba el desgraciado atado a la silla siendo golpeado hasta la muerte por aquella tubería de acero que blandía el rubio con suficiente fuerza y saña para causar notorios hematomas y hasta una que otra fractura y sanguinolenta herida que llenaban el húmedo y pesado ambiente de aquella bodega con un olor metálico entre sangre, sudor y deshechos humanos.

La luz opaca de la tarde se colaba por las delgadas ventanas de bodega, demasiado arriba para que cualquier fisgón pudiera ver lo que acontecía en el interior, de haber existido algún fisgón en ese alejado lugar, la bodega después de todo estaba a unas cuantas horas de carretera de la ciudad mas cercana.

—Por favor… mis… les… to…do…— las suplicas iban perdiendo coherencia para el momento que el rubio había decidido desatar las muñecas del sujeto, dándole el privilegio de tratar de defenderse únicamente para aumentar su propia diversión, —  AHHHHGH….—  la víctima detuvo el siguiente golpe contra su cabeza para acabar con una fea hinchazón en la mano que había puesto, resultaba realmente patético.— NAGHHH…. BAS…TA…— aun así el pobre diablo había tratado de defenderse, intentando lanzarse con todo y la silla aun atada a sus tobillos sobre su cruel atacante, todo para resultar estrellándose contra el frio piso de piedra, con un puntapié en el estómago haciéndole girar lo suficiente para sentir la suela de la bota sobre su esquinzado hombro haciéndole soltar un alarido desesperado  que había provocado que el chico de doce se tapase los oídos y la mujer llamada Koala sonriera con dulzura, comenzando a tararear una extraña tonada.

—¡¿Disfrutando el espectáculo Ko-chan?! — exclamo Sabo en voz alta y amigable sobre los alaridos del pobre sujeto antes de blandiendo nuevamente aquella tubería destrozar no solo una de las patas de madera de la silla si no también el tobillo derecho del individuo, dejando que sus risas acompañaran los desesperados sollozos del hombre en el suelo mientras volteaba a ver a su compañera.

La adrenalina corriendo por sus venas había hecho que Sabo casi olvidase al menor dentro de la habitación, quitándose el sombrero hizo una pequeña reverencia para el chico antes de lanzar aquella prenda en dirección a su compañera, levantando los googles de sus ojos para dejarlos, así ensangrentados como estaban sobre su cabeza, retirándose también el cubrebocas negro para que el chiquillo pudiera apreciar aquella amable sonrisa que le dedicaba. — Lamento mis modales Billy Fox, ¿Te gustaría hacer los honores? — El joven de apenas 12 era uno de los nuevos reclutas de la AAR, Armada Anarquista Revolucionaria, aun no había sangre en sus manos y tanto Sabo como algunos de los otros reclutas más antiguos habían pensado que era una buena oportunidad para que el chico se viera iniciado. —El señor abogado aquí presente es culpable según nuestros reportes de la desaparición de más de 14 personas, conocido por su implicación en polémicos casos de trata de personas y prostitución infantil. —  a pesar del leve temblor en el cuerpo del enclenque muchacho y las lágrimas que comenzaban a poblar sus cristalinos ojos Sabo no se inmuto en lo absoluto, estiro su mano enguantada para tomar aquella desnuda y huesuda del pequeño Billy Fox y colocar la tubería algo abollada entre esas diminutas manitas, súbitamente el arma lucia más grande. —  Presunto responsable de la desaparición de nuestra querida Sally Fox. — con una mano sobre su pecho en muestra de condolencias y haciendo un gesto de que podía relevarlo se retiró del medio para que el chiquillo pudiera tomar su venganza.

Heart abductionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora