Capítulo 1

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Hoy es el día.

Puedo oler la salsa de fideos que esta cocinando Fernando, así como el ramo de flores que tengo al pie de mi cama. La luz proveniente del Sol penetra suavemente a través de la celosía. Me da gracia como la estrella responsable de la vida en la Tierra puede llegar a ser una malparida cuando te da en la cara.

Me levanto de la cama con una ligera sonrisa en mi cara, no para que todos sepan que estoy feliz, sino para que yo recuerde lo importante de este día. Bah, mi "felicidad" en este momento engloba un %40 de nervios y otro %59 de miedo; ese %1 restante es de felicidad. Pero tengo mis motivos, digo, no todos los días le dices a una chica que gustas de ella.

Oh, si. Kate Grezel era el amor de mi vida. En resumen, nos conocimos a través de Twitter (Eramos de los pocos que lo seguían utilizando). Nos comenzamos a hablar, yo me enamore al instante y lloré el hecho de que viviera al otro lado de la frontera, en territorio chino. Hace una semana me dijo que su primo consiguió pasaporte, y se mudarían a la Federación Popular de Moscú (ok, si eres de esos incultos que quiere seguirla llamando Argentina adelante, no tengo tiempo para tu orgullo latino).

Su pelo negro y desordenado, sus gustos por la cultura de los 2000' y el apoyo mutuo que nos dábamos bastaba para que fuera una persona importante en mi vida. El problema: ¿realmente gustaba de mí? Meses hace que vengo preguntándome eso, indeciso. Pero hoy es el día en el que esa pregunta terminará, para bien o para mal.

Finalmente, decido levantarme de la cama y, por supuesto, cerrar la maldita ventana y acabar con mi sufrimiento. Camino en pijama hasta la habitación de mi mamá, asegurándome de que no se haya pasado con los medicamentos para la fiebre o cosas por el estilo. Termino por ir y abrazarla fuerte. Se siente bien, reconfortante. Ella está demasiado débil para sentirlo, pero me ayuda a mi sobretodo. Aflojo mis brazos, le doy un beso en la mejilla y me retiro.

Salgo por la puerta y me dirijo a la cocina y ahí está Fernando, cocinando unos fideos con salsa que casi le cuestan un ojo morado. Generalmente no se suele arriesgar en conseguir pasta, pero, bueno, ayer gané el 2do puesto en las Olimpíadas de Astronomía. Y si mi hermano ganara unas olimpíadas internacionales, también me arriesgaría para conseguir su plato favo...

-Buenos días, Einstein.- me dice. Maldito Fernando, interrumpiendo mis pensamientos.

-Buenos días, señor chef.- digo con sarcasmo. Ojalá fuera Einstein, Fernando.

-Tengo buenas noticias, señor Mateo, y tienen que ver con comida.- me anuncia con un toque de seriedad.

-¿Fideos del supermercado? ¿o sólo son los de Anatoly?

-Mi hermano gana un concurso así de importan...

-¡¿Concurso?!- grito

-Lo que sea, déjame terminar.- se ríe levemente -Anatoly consigue esos fideos mediante trueque con los chinos, y no voy a dejar que comas fideos chinos. Seguro que hasta tienen propaganda comunista en sus paquetes.- dice burlándose

Me río. -Que idiota que eres.-

-Pero tú te ríes de mi estupidez, no?.-

Tiene razón. Fernando es una de las pocas personas que logran arrancarme una sonrisa genuina, y más cuando... Esperen. ¿Acaso me llamó Mateo?! Aghh. Como odio eso, llamarme como si mi nombre fuera latino. Me llamo Matt, nombre inglés. Y el hecho de que no quede casi nada de Europa me hace desear mas ese nombre. "Mateo". Aghh.

Los fideos estuvieron muy ricos, y mas con esa salsa de tomate. Jesús, que delicia (no Jesús, los fideos). Terminé de comer, me vestí y partí hacia el instituto.

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