Bárbara iba saliendo de su apartamento, tenía un libro en mano y en la otra un café caliente. Iba concentrada en las líneas de su libro ''Orgullo y Prejuicio'', no era la primera vez que lo leía, pero le era imposible no volver a leerlo y no volver a caer enamorada del Señor Darcy.
Santos iba en dirección contraria a la de ella, él en cambio iba con ropa deportiva y los audífonos puestos. En el primer momento en que sus ojos hicieron contacto, paró en seco.
Una sonrisa se dibujó en su rostro. ¡Era ella!
Vestida de capitalina, con un libro en manos y totalmente relajada ¡Pero era ella!
Siguió caminando, tratando de disimular que no había notado su presencia.
Los dos chocaron, Santos no midió su fuerza y hizo que Bárbara tropezara y casi cayera al suelo.
—¡Miércoles!—Exclamaron los dos. Él mientras la sostenía y ella mientras cerraba los ojos esperando a un golpe que no llegó.
Bárbara abrió los ojos lentamente y quiso cerrarlos otra vez.
—Santos.—Sonrió con dificultad.
Santos la acomodó nuevamente en el suelo, no había salido nada como se lo había imaginado. Estaba estático, estaba en trance.
Era realmente patético, Bárbara estaba frente a él sonriendo de forma casual, de una forma totalmente nueva para él.
—¿Cómo estás?—Preguntó apartando sus ojos de los de ella. Se sentía hipnotizado, como la primera vez que la vio.
Bárbara lo miró con pena y burla.
—Estoy muy bien, gracias.—Ya no hablaba de esa manera tan brusca y altanera, su tono de voz era más dulce y suave.—¿Qué tal estás tú?—Preguntó con amabilidad.
Santos la miró sorprendido, no había ni un rastro de la Doña en ella, ni un rastro de aquella mujer, de aquella fiera.
—Bien.—Asintió sin poder creerlo todavía.
Bárbara notó que empezaban hacer un obstáculo para los demás peatones.
—Hasta luego, Santos.—Murmuró ella tratando de esquivarlo.
—Espera, por favor.—Se volvió a interponer en su camino.—¿Me aceptas un café?—Preguntó sonriendo de medio lado.
—Yo... Ya tengo mi café.—No se molestó en buscar otra excusa, con una sonrisa le enseñó su termo de café.
Santos asintió mientras se lo quitaba sorprendiéndola.
—Señor.—Paró a uno de los que transitaba por ahí.—Tenga.—Santos le dio el café. El hombre lo miró con desconfianza.—Le juro que no tiene nada.—Alzó ambas manos.
—Santos...—Susurró Bárbara avergonzada y evitando mirar al sujeto.
—Pruébelo.—El hombre se lo tendió. Santos rodó los ojos y bebió un sorbo.