Ella.

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—¿Y cómo era ella?—Preguntó con la voz más dulce que alguna vez haya escuchado.

Ella...—Suspiró pensando.—Imagina a la mujer más dulce.—Se acostó en frente de la niña sonriendo.

—¿Cómo mi mamá?—Movió sus coletas de un lado a otro.

—Sí, como tu mamá.—El hombre sonrío.—Capaz de defender a capa y espada a los suyos, valiente a morir... Una fiera.—Dijo perdido en sus pensamientos, pensando en aquellos ojos azules.

—¿Por qué una fiera, papi?—Preguntó la pequeña niña observando los castaños ojos de su padre.

—Por su manera de ser... Verás, ella no era como cualquier mujer.—Sonrió mientras veía a su hija a los ojos.—Pasó por cosas trágicas.—Suspiró no queriendo hurgar en esos recuerdos.

—¿Alguien la hirió?—Preguntó asombrada y cambiando el gesto a uno un poco horrorizado.

—Sí, mi amor.—El hombre enrolló el largo cabello que caía de la coleta de su hija en su dedo.—La vida se encargó de empañarle cada momento de felicidad.—Su voz se volvió un poco dura.

La pequeña niña miró a su padre con atención, estaba tan intrigada por saber más de aquella mujer.

—¿Puedes contarme?—Preguntó con timidez, había notado el cambio de su padre al hablar de ella. 

—Aún eres muy pequeña para entender algo así.—Trató de sonreír. Observó los ojos azules de su hija, la miraba de manera intensa, conocía muy bien esa mirada. Sabía que su pequeña hija no quedaría satisfecha hasta saber todo.

—¡Quiero saber! ¡Merezco saber!—Se cruzó de brazos.

—Bien.—Su padre se pasó ambas manos por la cara.—La niña quiere saber la historia de Doña Bárbara.—Sonrió al decir su nombre.

La ojiazul se acomodó en la cama, colocó su mentón en sus rodillas y lo observaba impaciente.

—Era la mujer más hermosa de Venezuela y dueña de una hacienda enorme llamada ''El miedo''.—Relató, observó los ojos de su hija abrirse por la emoción.—Era una terrateniente, ruda e insensible.—Sonrío.—Pero no te creas... No siempre fue así, una experiencia traumática que tuvo en su adolescencia la convirtieron en eso.—Apretó sus puños.

—¿Qué le pasó, papi?—Preguntó.

—La vida le arrebató de una manera cruel a sus seres queridos, amor.—Trató de explicar.—Y luego no satisfecha con eso la siguió hiriendo.—Sus ojos se tornaron más oscuros.

—No me extraña que fuese una mujer insensible, no me creo capaz de soportar perderte a ti o a mami.—Dijo triste.

—Lo sé, amor.—Sonrío acariciando su mejilla.—Pero eso jamás sucederá, palabra de...—Se calló.—La doña como pudo se creó una coraza, como una especie de muralla que nadie podía atravesar.

—Así nadie la lastimaría más.—Acotó emocionada. Su padre asintió.

—Pero a pesar de aquella coraza, esa muralla... No pudo evitar no caer enamorada.—Su hija suspiró.—Un hombre... También terrateniente había vuelto después de estudiar derecho para imponer control en la hacienda de su familia.—La criatura abrió la boca al captar de que iba.—Ay, Dios.—Río.—La gente dice que aquellos dos eran como perros y gatos.—La niña también río.

—¿Cuál era su nombre?—Preguntó la niña imaginando en su cabeza los hecho.

—Por ahora le llamaremos ''Pelele''.—Dijo incómodo.—La doña y el pelele tenían muchas diferencias, sus caracteres siempre chocaban.

One Shots; BARSANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora