Capítulo III

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Narra Bryan

Genial. Leyva, el director y yo. ¿Qué más puede salir mal?, esperen, ¡quizás todo! Siento que soy un imán de burlas, golpizas y malos tratos. Pero la vida debe continuar como sea.

Fin de la narración

-- Leyva, lo que has hecho está muy mal. -- Dijo el director con autoridad.

-- ¡Él empezó! -- Al escuchar esto, sintió una gran ira hacia él, sentía quererlo matar ahí mismo.

-- Leyva, sé que eso no es cierto. No es el primer chico que sufre de sus abusos. -- Sintió un gran alivio al oír esas palabras.

-- Mouque, retírate. -- De inmediato tomó su mochila y salió casi corriendo del lugar.

Al llegar a casa, el castaño se encerró en su recámara, tomó una almohada y ahogó sus gritos, golpeó con furia su cama. No le importaba nada, sólo quería ser feliz, sólo deseaba morir... Éste al terminar de ahogar su llanto, tomó sus navajas y comenzó a deslizarlas por su antebrazo, <Al fin que no importo>, pensó. Su madre le daba ánimos pero ella no se encontraba en la ciudad.

Amaba la sensación de las hojas de aquel metal tan fino quemando su piel. Era ardiente como el infierno combinado con el mismo paraíso en su alivio por manifestar su dolor emocional. Sangre caía sobre la rústica alfombra de la habitación donde el castaño yacía en un mar de lágrimas. Cuando creyó que se desmayaría debido a la profundidad de la herida, cesó el acto autodestructivo. <<No hoy>>, pensó respecto a la muerte. Lesionaba su piel parar intercambiar el dolor interno por el dolor físico, aunque él no creía que merecía morir. Una parte de Bryan le decía que siguiera adelante, la otra sólo gritaba ciegamente ignorando que se estaba hundiendo en la perdición.

Se dirigió a la tina y cerró con llave luego de abrir el grifo para hundirse en el agua que brotaba de éste. Sentía un ligero ardor en su antebrazo, pues su cabeza estaba demasiado aturdida como para quejarse de las heridas que se había provocado. Tan solo respiró profundo y cerró los ojos para dejarse ir de su cruel realidad por unos minutos.

12:00 A.M.

Freddy se encontraba en la cama de una rubia desconocida, cuya chica dormía con las sábanas enredadas en su cuerpo. El rizado se levantó de la cama y se vistió rápidamente.

No podía estar pasando de nuevo. No sintió culpa pero al menos lástima por Kath sí. Sus infidelidades se volvieron recurrentes en las últimas semanas y no le haría mucha gracia a su novia. Era su primera relación más o menos estable.

Salió de aquella casa donde se oía la música tan alto que no te podías escuchar a ti mismo. Freddy montó su motocicleta y arribó su apartamento en la zona más prestigiada de la ciudad. Y justo cuando estaba a punto de dormir en su cómoda habitación una llamada entró a su móvil.

--¿Qué quiere? - Aceptó la llamada de mala gana.

-- Soy el sr. Daghetti. Leyva, necesito que le entregue un paquete hoy mismo al cuartel Leroy. - Respondió la voz de un hombre de edad media con acento italiano.

-- Claro, ¿dónde me lo darán? - Freddy hablaba adormilado pero con disponibilidad.

-- A las 4:00 AM en el muelle. Ya sabes, nadie puede verte por ahí ni vincularte con nosotros, es por tu bien. - Seguido de sus instrucciones colgó la llamada.

Sí, Freddy Leyva era un delincuente pero se había ganado la confianza de una gran variedad de mafias gracias a su discreción para hacer ese tipo de trabajos sucios que los jefes se arriesgaban mucho al realizarlos, por ello contaban con él. No solo entregaba las sustancias a los clientes o a los socios, también se dedicaba a golpear a los clientes que no respetaban los contratos o quienes querían hacer justicia frente a las autoridades.

Freddy se encontraba en el muelle durante la madrugada, esperando la señal de la persona a quien le entregaría las drogas en un sofisticado maletín de cuero. Las olas golpeando la costa era la música que acompañaba al rizado en esos momentos mientras él encendía su cigarrillo para mantenerse en calma. Cuando una dama que portaba lentes obscuros se acercó susurrando la palabra clave sin más preámbulos dejó el maletín en el piso a una distancia considerable a la mujer.

El joven se dio la vuelta y caminó con ritmo lejos del lugar cuando de repente chocó con el mocoso motivo de la llamada del director en su escuela. Bryan le miró con terror y desvió su mirada a la sospechosa mujer con el maletín y de inmediato lo asoció a la nerviosa actitud de Freddy.

--¡Lárgate, niño! - Le gritó a Bryan. - No, mejor espera - Detuvo a Bryan bruscamente por el brazo y lo retuvo con él - ¿Qué has visto? - Preguntó Freddy con tanta preocupación que su mandíbula lucía apretada.

- Nada, yo... Yo sólo venía a recoger a mi amigo... él... él vive cerca, sabes. - Hablaba agitadamente. - Por favor no me golpees. - Sus nudillos se notaban blancos debido a la fuerza con la que apretaba los puños con parte de las mangas de su sudadera en su agarre.

-Bien, sólo que me debes algo, eh mocoso. No vas a salirte con la tuya. - Bryan, como siempre, mantenía la mirada en el suelo - Y mírame cuando te hablo. - El menor tardó unos segundos en subir la mirada temerosamente para encontrarse con la frialdad de los ojos de Freddy.

El rizado dejó la tensión de su mirada y recorrió con calma el rostro de Bryan. Tan terso, tan inocente, tan digno de su ser. Avistó algunos lunares en su cuello y el color rosa palo de sus labios; luego esos ojos que parecían el universo comprimido en una persona. Volvió la mirada a sus labios y por reflejo Freddy relamió los suyos tornándose un color sandía. Freddy sacudió su cabello y respiró profundo para darse la vuelta y dejar el lugar con su amada motocicleta.

Bryan se encontraba sumamente confundido, y se dirigió a su destino principal.

9:00 A.M.

--¡¿CÓMO QUE LO VISTE EN EL MUELLE?! - Gritó Alonso escupiendo lo que estaba bebiendo en la cafetería del colegio.

--Emm, sí. Pero sólo fue eso... No me amenazó de muerte ni nada. - Mintió, no le contó acerca del maletín ni la mujer.

--Dios mío, Bryan. Eres un chico con suerte. - Habló su amigo negando y mordiendo su lado inferior.- Demonios, mira quién viene.

Freddy caminaba con una morena entrelazando sus manos, la chica parecía modelar sonriendo como si caminara al lado del mismísimo más increíble humano sobre la faz de la tierra. Presumía ser la novia de Freddy, sin saber los cuernos que éste le ponía en cada fiesta a la que iba.

El rizado chocó miradas con Bryan y sintió algo revolverse en su estómago, ¿por qué un hombre menor le haría sentir así? Ni si quiera podía argumentar que era desagrado porque no lo conocía. O tal vez era la inocencia que Bryan emanaba. Cuando éste último posó la vista a las manos de Kath y de Freddy, el rizado rompió el agarre con agilidad y dejó atrás a la chica.

Como castigo, Freddy tenía que acomodar libros en la biblioteca de la escuela y para su mala suerte ahí se encontraba Alonso con Bryan haciendo una tarea que parecía ser de Física. A los pocos segundos Bryan se levantó y se dirigió al pasillo donde yacía Freddy. Éste se maldijo al recordar que prefirió empezar con los libros de Física porque eran pocos ejemplares qué acomodar.

Bryan fingió ignorar la presencia del mayor pero quiso huir de ahí cuando vio que el libro que estaba buscando se encontraba justo arriba de Freddy, por ello Bryan no alcanzaba ni aunque se estirara. No era como que Bryan fuera un completo enano, pero sí unos 12 cm más bajo que Freddy aproximadamente.

--¿Me pasas ese rojo de arriba tuyo? - dijo apenas audible entredientes.

- ¿Qué? - Dijo el rizado sin voltear a ver a Bryan. - Repítelo.

--Que si me pasas ese libro, maldición. - Repitió Bryan con molestia y vergüenza.

-- Deberías hablar un poco más alto - Prosiguió con su tarea acomodando las piezas en el estante. Esto terminó con la paciencia de Bryan, así que el menor intentó alcanzar el libro parándose de puntitas, lo cual a Freddy le pareció tierno y aguantó su risa sin alejarse del lugar. Cuando por fin Bryan alcanzó el pesado libro le ganó la fuerza de éste y se echó hacia atrás contra el pecho de Freddy.

Don't look at me, i'm a freak.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora