Cielo (Respuesta 4).

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No quería que mi abuela se percatara de lo que estaba haciendo, pues le había comunicado hace no más de dos horas que me iría a la cama. Sin embargo, la tentación pudo más que mis palabras, y justo pasada la medianoche —momento en el que definitivamente la falta de cordura y la ansiedad me habían superado—, me vi abriendo sigilosamente la ventana de mi cuarto para que no me oyera y me preguntara si algo andaba mal.

Agradecí internamente que el mismo se hallara en un segundo piso, pues de ésta forma me ofrecía una mejor vista del firmamento. El silencio no tan silencioso de la noche me rodeó. Un grillo llevaba a cabo su típico canturreo nocturno, acompañado del viento que mecía levemente las hojas de los árboles y que me dio de lleno en la cara. Cerré los ojos y gocé por unos minutos de aquellos sonidos de la naturaleza que sin dudas eran sumamente relajantes, hasta que me atreví a abrir mis orbes y alzar mi vista.

Otro maravilloso espectáculo me recibió. No había tantas estrellas como la noche anterior, no obstante, sobre el firmamento se cernía una enorme y brillante luna que me hizo suspirar.

La luz de nuestro satélite se coló por mi ventana. Al voltear, me dio la impresión de que incluso parecía actuar como reflector, pues algo en mí quería pensar que iluminaba más intensamente mi mesa de noche, en donde residía aquella pequeña libreta. Me aproximé a ella y la tomé entre mis manos de una manera tan delicada que parecía como si estuviese sosteniendo algo precioso y sagrado, pues para mí en verdad lo era. Aquella libreta actuaba como diario íntimo, como agenda y también como borrador de las notas que escribía para él.

Pude leer cómodamente lo que una de las hojas llevaba escrito gracias a la luz que se filtraba desde afuera. Era una lista que contenía todos los posibles nombres que había pensado utilizar. Al final de la misma decía, con tinta de diferente color debido a que se me había ocurrido en último momento y había tomado el primer bolígrafo que encontré para anotarlo; Sora.

Me encaminé con ella en mano hacia la ventana nuevamente. Mi cara comenzó a arder en cuanto lo recordé a él.

Ésta vez no me quedé a esperar su reacción y me fui directamente a casa, tal vez por miedo de morir de la vergüenza al presenciar su reacción en el estado en que me hallaba en ese instante, roja como una manzana, tal cual le había contado. Escribir esa nota fue muy embarazoso, pero era justamente lo que sentía. ¿Cómo poder expresar mis sentimientos sin ruborizarme? Incluso si se trataba simplemente de mi gusto hacia el firmamento y todo lo relacionado con él, e incluso si no lo expresaba de manera oral, no podía evitar enrojecer.

"¿Le habrá gustado?" fue lo único que pude pensar al cubrirme cabeza y todo con la sábana, luego de haber cerrado la ventana tras echar un último vistazo a esa preciosa luna y luego haberme arrojado en mi cama.

Cerré mis ojos y aferré la libreta a mi pecho.

De verdad esperaba que así fuera.

~

Esperé a que la práctica del club de basketball diera inicio y me cercioré de que efectivamente él se hallaba entrenando en estos momentos. Proseguí entonces a encaminarme en silencio hasta la sección de los casilleros.

Aunque tenía la certeza de que no habría nadie allí, me escondí de todas formas detrás de la máquina dispensadora de bebidas y requerí de un poco de tiempo para intentar calmarme a mí misma. Moví mis manos cerca de mi cara para darme aire y así disminuir la temperatura que mis mejillas habían adquirido conforme me acercaba hasta allí.

Fuera cual fuese su respuesta, no estaba psicológicamente preparada para ella.

Tomé una bocanada de aire y lo retuve en mi pecho al caminar —cual ciervo recién nacido— directo a su casillero, donde yo ya sabía que se hallaba una pequeña nota  respondiendo a mis interrogantes.


«Sí, lo he visto, y concuerdo totalmente con usted. El cielo es algo completamente maravilloso.


Atte: Kuroko Tetsuya

Posdata: Ha elegido un lindo apodo, Sora-san.

Posdata 2: Las manzanas no me desagradan.»


Tuve que buscar apoyo en las paredes de los pasillos para poder caminar de regreso al gimnasio, pues las piernas me temblaban con mayor intensidad que con la que me traicionaron al momento de acercarme a los casilleros. Si antes parecía un ciervo recién nacido, ahora era un ciervo recién nacido poseedor de problemas en la vista —ya que del nerviosismo se me había nublado la misma— y una debilidad en las piernas mucho mayor que la de una cría que apenas está aprendiendo a dar sus primeros pasos. Con una mano me aferraba a la pared, y con la otra sostenía su nota, cubriendo mi sonrojado rostro con ella a pesar de ser consciente de que por ser una "sombra" —utilizando el peculiar la adjetivo que el peliceleste había mencionado para describir a las personas como nosotros— nadie sería capaz de verme en éste patético estado típico de una adolescente en medio de una preciosa, tierna y emocionante historia de amor que llegaba a asemejarse a las que en los libros y películas se enseña.

Dejé escapar un suspiro.

La diferencia es que ésto está muy lejos de ser una historia de aquellas...

Tomé asiento nuevamente frente a la pequeña ventana —que me permitiría observar lo que sucedía en el interior del gimnasio— y asomé mi ojo por ella, pero ante lo que presencié, me cuestioné durante un par de segundos si lo que había visto era real o no.

Mientras chocaba el puño contra el chico moreno de cabello azul en medio del partido de práctica, Kuroko-kun... había sonreído.

Una oleada de completa felicidad me invadió. El hecho de haber sido testigo con mis propios ojos de un suceso tan espléndido y maravilloso hizo que la piel se me pusiera de gallina ante la emoción. Cubrí mi cara con ambas manos, y me recosté en el suelo, sin importarme que mi uniforme y mi cabello se ensuciaran, y permanecí así unos minutos, aunque no podría decir la cantidad exacta, pues ya ni siquiera era capaz de formular un pensamiento. Entreabrí algunos de mis dedos y miré al cielo.

Por primera vez en mi vida, estaba sufriendo una alucinación, pero, aún en éstas circunstancias, no me pareció en lo absoluto mala. De hecho, todo lo contrario, porque... ahí estaba él. Su cabello se fundía con el firmamento, pues compartían el mismo color; sus preciosas y grandes orbes se hallaban cerradas, y una sonrisa que parecía ser más brillante que el sol mismo me encegueció. Despejé mi cara de mis manos para poder apreciar mejor aquella vista. Era claramente la misma escena que había visto dentro del gimnasio pero reflejada en el firmamento.

Me puse lentamente de pie sin apartar la vista de allí, pues temía que desapareciera si llegaba a mover mis ojos. Quería disfrutar de mi alucinación un poco más...

"...Concuerdo totalmente con usted, Sora-san. El cielo es algo completamente maravilloso."

"Lo es, Kuroko-kun, sin duda lo es" le respondí en un susurro.

Definitivamente éste era el cielo más precioso que haya visto y que vaya a ver en toda mi vida.

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Pues... Estoy muy feliz, por lo tanto hice todo lo posible para actualizar hoy xd.

Espero les guste.

Ah, y también quisiera invitarlas a leer el nuevo fanfic que he publicado hace relativamente poco. Se llama "Thera" y es sobre Kise Ryouta ;D

Sorry por el spam(?), ahre, gracias por leer. ❤

Atte: alguien como tú ~ |Kuroko Tetsuya|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora