Capitulo XXVIII

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Explosión


La amaba por encima de todo. Ella sabía que yo no tenía la culpa, que yo sólo me había encargado de transmitirles el mensaje, y del resto se encargaron ellos mismos. Había sido un mensajero, pero ella necesitaba alejarse de todo. Y por un momento pensé que también de mí mismo, sin embargo ella también me amaba con la misma pasión e intensidad que yo a ella, y yo era su felicidad, su libertad, su gran amor. Pude verlo en su alma, a pesar de los crímenes cometidos. Por eso decidí irme con ella sin pensármelo dos veces. Sabía que yo le había causado tanto sufrimiento, y que necesitaba tiempo. Yo se lo debía. Volví a dejar a mi familia atrás, pero aquella vez se despidieron de mí con una sonrisa, menos mi hermana.

– No, otra vez no, por favor. Pensé que te había recuperado.

– Nunca me perdiste. Me perdí a mí mismo. Pero ahora no, ya nunca más. Volveré pronto, ¿vale?

– No, no te vayas, me niego. Hay un verano precioso que vivir. Por favor, hermano, tras todo lo que he pasado, no quiero que...

– Estamos rodeados de mierda, ¿eh? La familia de Rubí, que siempre había sido un caos, ahora está... ya sabes. Y tú..., eres una heroína. Luchaste, y sobreviviste a un cáncer. Eres una superviviente. Ahora toca luchar sola. Yo hice todo lo que pude, y quizá debería haber hecho más.

Miré su alma. Estaba oscura, sí, y el cáncer diluido. Le habían destruido todas las células, pero, no sé por qué, me dio la sensación de que aún seguía ahí. Me empeñé en mirarla. Me empeñé tanto que mi ojo sangró. Se preocupó, y yo le dije que no pasaba nada, y que me repitiese todo lo que me había dicho, que no me había enterado.

– Hiciste cuanto pudiste. ¿De verdad que estás bien?

– ¡Pues claro! No te agobies, ¿vale?

– Es imposible no agobiarse. Ahora no te tendré para apoyarme. Sola, de nuevo.

– No estarás sola. Encontrarás a un chico que te cuide y...

– ¡Tú me cuidas! Para qué quiero inútiles que no saben ni ir al baño solos.

– Jajaja. – reí. – Así era yo, pero supongo que las cosas cambian, ¿no?

– Sí, es verdad. Te vino bien irte con Rubí. Trabajaste, y te ganaste el pan tú solo. Maduraste.

– Eres joven, normal que sólo encuentres a inmaduros. Es que eres demasiado precoz. Creciste muy rápido.

– Y nadie me enseñó a ser adulta, cuando es el trabajo de un hermano mayor.

– Lo sé. Prometo volver, ¿vale? Nos veremos de nuevo. Tú sobrevive este año. Necesitamos un tiempo Rubí y yo, alejado de todo. Iremos a una sierra perdida.

– Encima no podré hablar contigo, estupendo.

– Que sí, nos enviaremos cartas, como antiguamente.

Nos reímos, y luego nos entraron ganas de llorar. Era otro "hasta luego". Nadie sabía cuándo volveríamos a vernos. Nos dimos un abrazo como si no hubiera un mañana y nos despedimos. La quería, sí, y me rompía el alma dejarla sola, otra vez, pero se lo debía a Rubí. Yo había sido el causante del asesinato de su familia, y ella temía por mí, al haber matado al rico. Pero no podía irme todavía. Tenía un asunto pendiente.

Me pasé directamente por la clínica de mi amigo doctor. Eran las doce de la noche, y debería haber cerrado hacía dos horas, pero ahí estaba, contemplando el ojo que guardaba con tanto recelo. Estaba realmente obsesionado con él. No lo había llamado por teléfono, porque sabía que si estaba en el despacho, es que la noche sólo podía acabar de una manera...

EL Ojo de HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora