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André no desacelera, sino cuando ya nos hemos alejado bastante

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André no desacelera, sino cuando ya nos hemos alejado bastante. Y es en ese momento cuando mí pecho se va relajando poco a poco.

―Ya... alguien me explica, ¿qué ha sido eso? ―Pego un brinco en el asiento. Por el retrovisor, veo a una chica de ojos grandes y pelo corto, muy rojo, que hasta ahora no había notado. Veo también a Yariel, que hace de cinturón de seguridad, tiene un brazo sobre el pecho de otra chica morena.

―La secuestramos de su casamento. ―Habla André con su español machucado.

Me quedo muda, no sé qué decir. Intento aclarar las ideas. Si Miguel Ángel denuncia esto como un secuestro meteré en problemas no a uno, sino a cuatro personas.

―No me secuestraron, me escapé ―aclaro rápidamente.

―Ya que me robaste la mejor ventana en el viaje, ¿puedo saber tú nombre? ―pregunta la morena, apartando el brazo de Yariel. Me giro un poco para verla y enseguida su cabello me recuerda a mi poddle cuando sale esponjado de la peluquería.

―Belén, mi nombre es Belén Alvares. ―La chica va a contestar, pero André la interrumpe.

―Vocé no eres buena copiloto, siempre te quedas dormida. Por cierto, Belén, ella es minha irmã, Andreina. ―La chica menea la cabeza de un lado a otro y luego traduce «mi hermana»―, esa flaca pelirroja es Thais. Y a Yariel lo conociste anoche en el bar ―agrega André, sin quitar la vista del camino.

―Lo siento... ―digo apenada, porque la pelirroja me observa con aprehensión―. La verdad es que necesitaba salir de ahí, no encontré otra manera.

―Estás perdonada ―dice una Andreina sonriente―, no le hagas caso a Thais, ella es buena vibra; lo que pasa es que está molesta porque está en sus días y no podrá meterse en el río. ―Thais le da un codazo―. ¿Qué pasa? ¡No estoy diciendo nada del otro mundo!

―Tú definitivamente fumas cosas extrañas ―responde Thais. Y la línea recta de sus labios se eleva un poco.

―Son cigarrillos normales, amiga. Vamos, fúmate uno para que te relajes. ―Thais le tapa la boca a Andreina con enfado, pero en cuanto todos se ríen, ella también lo hace.

―Bueno, Belén, ¿qué harás ahora que te has escapado de tú propia boda? ―inquiere Yariel.

Al parecer, todos esperan mi respuesta porque se quedan mudos. Resoplo. De inmediato me petrifico. No tengo nada planeado, no pensé en ropa, cartera, dinero, absolutamente en nada. André me mira de reojo y sus amigos se inclinan un poco hacia adelante. Como acto reflejo me llevo las manos a la cara, no quiero llorar delante de ellos, pero estoy a punto de hacerlo. Me siento estúpida, confundida y sin rumbo. El brasileño que tengo al lado me da un apretón en la rodilla mientras la presión de toda la semana se desata, bañándome en lágrimas; ahora es que caigo en cuenta de todo lo que no advertí al escapar.

Arecuna © Publicada en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora