2.- Placer

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Nunca recuerdo como era ese dicho. ¿A la tercera cita...? Sí, creo que a la tercera cita era recomendable tener sexo, pero esta ya es la décima y él ni siquiera a tratado de besarme ¿Cómo puedo decirle sutilmente que quiero tener sexo? ¿Que lo deseo, que quiero ser totalmente suya, hasta que la luz del alba nos cegué y sea el aviso de la resaca?.

Hace un tiempo conocí a un chico. Es estudiante de medicina en una de las universidad más reconocidas del lugar, galante, refinado, un caballero, pero a la vez con un humor tan particular y una belleza intelectual que cautivaba con sus palabras, con su forma tan sensual y parcelada de expresar sus ideas, su boca moviéndose era un baile erótico para mis pupilas dilatadas y mi mente desenfrenada porque me tome y me tire a la cama, que saque su bestia y me destroce toda la noche. ¡Hey! Cálmate. Parezco una desesperada. Si, tal vez lo estoy. Solo quiero que todo salga como quiero en esta cita y que por fin nos encamemos.

Llegó temprano, se sentó y pidió mesa, se ve muy tierno. Cenamos lo más caro. Se hacía tarde. Me pidió acompañarme a casa. Llegamos a la puerta. Besos. Subimos las escaleras. Me tiro a la cama. No recuerdo que sucede. ¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy amarrada? ¿Por qué no siento las piernas?

Logro abrir los ojos, poco a poco disipo la neblina sosegante de mis retículas y comienzo a ver el panorama. Una habitación pequeña, manchada por el óxido de las murallas metalizadas, el moho emergente y la humedad fría que recorría el aire. La piel se me eriza cuando a lo lejos escucho pasos graves y fuertes de zapatos de suela grande chocando contra las baldosas. Apenas podía levantar la cabeza y ver que tanto mis manos como mis pies, estaban amarrados a una cama cómoda, pero sospechosamente bien estructurada con rendijas en los extremos que sostenían firmemente mis ataduras. Mis piernas y manos adormecidas tal vez por una sustancia anestésica que me tenía en una invalides parcial, podía sentir mis extremidades, pero me era imposible moverlas. Me contenía las lágrimas porque en lo único que pensaba eran en escapar de alguna forma, pero la misma desesperación me tenía bloqueada y nada de lo que veía a mí alrededor me daba una idea para salir.

En frente, una cortina de nailon semi-transparente me daba una idea. Una figura borrosa, tal vez de un hombre, caminaba de lado a lado. De fondo se escuchaban cuchillos chocar unos contra otros, mientras la sombra poco a poco se acercaba, movía la cortina para solo darme cuenta y ver el rostro de mi captor, que a estas alturas era más que obvia.

Era el hombre con el que había estado saliendo.

-Supongo que no te sorprende querida – me dijo.

-Por favor sácame de aquí – le dije desesperada, las lágrimas ya no las podía aguantar más, el miedo me superaba – hare lo que pidas, pero sácame de aquí. Te daré sexo, te la chupare, dejare que me pegues, que lo hagas toda la noche, pero sácame por favor.

-Siempre fuiste tan básica, sabía que serias una presa fácil y no soy tonto, me di cuenta desde el primer momento que querías tener sexo conmigo, tenías tantos deseos de satisfacerme, de darme placer, que decidí aceptar tus obvias propuestas y... aquí estamos, me estás dando mucho placer – me sonríe, se acerca a mí y lame mi cara. Mis lágrimas llegan a su boca.

-¿Por dónde comenzamos? – se levantó y fue en busca de algo atrás de la cortina.

Saco una cierra con una galleta circular que frente a mis ojos hacia sonar con un eco ensordecedor que me volaba mis oídos.

-No te dolerá mucho, la anestesia es muy fuerte – me dijo cerca de mí, para que pudiera escuchar.

-No por favor no, por favor no – le rogaba suplicando.

La cierra se trababa mientras cortaba bajo mis rodillas, el solo hecho de pensarlo me tenía al borde de la inconciencia.

Sobreviví.

Días después estoy en un hospital, sin piernas ni brazos, con serios diagnósticos de violación y un cebero golpe en la cabeza que me imposibilitaba a poder recordar todo con detalles. No creo estar mucho tiempo en este mundo, pero aprendí que lo que significa placer para mí, no es lo mismo que para otros y que entre más conoces a una persona, más pronto llegas a conocer su intimidad, su privacidad y cuidado, que puede sorprenderte. 

Oscuridad: Cuentos y relatos terroríficos (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora