Capítulo 1

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Son las 7:00pm en la cuidad de Japón Tokio, las lluvias no ceden y desde el punto en el que estoy me da una perfecta vista de la ciudad. Las masas traen consigo paraguas de todos los colores, me gusta jugar con ellos uniendo los puntos con su respectivo color. Desde este edificio todo es tranquilo, solo por unos momentos, la paz usualmente no dura.

Decido irme, es muy riesgoso quedarme aquí, estoy sola por lo tanto soy un blanco fácil. Me pongo de pié cerca de la orilla, miro a ver por debajo de mi, hay autos, gente despreocupada y ah, un agujero que da justo en el subterráneo, mi entrada. Me pongo de espaldas, abro mis brazos como Rose en el titanic y me dejo caer. Antes odiaba las alturas, no me gustaba ni montar, tenia vértigo, pero con el paso del tiempo me di cuenta que era un lujo temerle. El aire contra mi cuerpo pega fuerte y duro, sujetó fuerte mi mochila y con una pirueta caigo perfectamente en el agujero, justo de pie.

El subterráneo es mi empleó, banco y segunda casa, el lugar en donde más estoy. En Tokio nunca duermen y por lo mismo no cierran este lugar. Camino entre la gente, tratando de pasar desapercibida, cosa que es fácil, pues hay tanta personas que chocan unos con otros que los pandilleros son los que sacan provecho de tanta cercanía, de echó puedo ver como una pandilla de adolescente intentan robar ¿quieren ser discretos? pues no les funciona, por que puedo verlos y no soy la única, la Policía igual, me río al verlos correr pasando alado mío, menos mal la Policía no son los Soldiers.

Una vez que pude librarme de toda esa gente, me pongo en mi esquina de siempre, cerca de un poste con un grafitie de un ojo con la pupila roja y el iris con forma de diamante color amarillo, el símbolo de la pandilla más temida y más buscada por los Soldiers, estos últimos son la policía más especializada y avanzada, con los mejores super humanos.

Abro mi mochila, saco con delicadeza mi único tesoro en la vida, mi violín, el regalo de mi madre, feliz cumpleaños princesa; aún puedo escuchar su voz, fresca en mi memoria. Recuerdo que en ese tiempo lo odié. Quien diría que ahora es mi único recuerdo de mi familia. Tomo mi violín, acomodo la barbada entre mi cuello, el arco esta entre mis dedos, cierro los ojos, me preparo, este momento es especial, cuando toco es regresar con mi familia, es volver hacer yo. Doy comienzo a mi melodía.

Recuerdo.

Estoy en casa, es de tarde y el sol esta en su punto. Puedo ver desde la ventana de mármol a mi hermana con mi padre, están con su paseo diario. Mi hermana lleva puesto su gran vestido rosa palo, su peinado extravagante y su sombrilla blanca, mi padre vestía como todo un gran general y su pecho era adornado por sus insignias militares. Mi madre esta alado mío, sentada en el gran sofá rojo de terciopelo, posaba para su retrató, era realmente hermosa.

---No escucho las melodias.--- habla mi madre. Al parecer nota mi distracción.


Le respondo con una sonrisa y me dispongo a tocar.

Mi vida era hermosa, solo que no me di cuenta de ello, hasta perderlo.

Al terminar mi primera musica, abro los ojos y en la funda de mi instrumento hay dinero, deseo ponerle más emoción a mis tonadas, saco una pequeña bocina y lo conecto a mi violín. La musica electrónica suena primero, mi pie se mueve al ritmo, hasta cuando llega mi turno, la melodía de la música eléctrica conjuga perfectamente con las tonadas que le doy, hay gente a mi alrededor, mis manos se tensan con tal pasión al tocar que juraría sentir calambre. La musica dio fin y al instante los aplausos no tardaron en responder. Juraría que estoy sudando, pero eso es imposible, la funda que solo tenia algunas monedas y billetes se llenaron más con este último. Las personas que estaban a mi alrededor aplaudieron una última vez y se dispersaron. Mi trabajo ha terminado por hoy. Me dispongo a guardar mis cosas y a contar mis ganancias, pero una voz en el megáfono me interrumpe.

Contra reloj.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora