20 de diciembre, y ya Kieran había salido de vacaciones.
Teniendo un descanso de la universidad, y de las clases de español.
Aún así no dejaba de repasar cada vez que podía todas las lecciones que hasta ese momento Sara le había enseñado. A menudo cuando se encontraba con Sara no desaprovechaba la oportunidad para iniciar conversaciones en español. Aunque sólo podía completar una corta oración —con su acento notorio— no se detenía, no se avergonzaba si pronunciaba una palabra mal —en cambio— preguntaba si estaba correcto, dejándole dicho antes a Sara que tenía permiso para corregirlo instantáneamente de haberla pronunciado incorrecta.
Sara ya no iba tan frecuente a la casa de Kieran, pero las salidas aún seguían, y ahora era Kieran el que visitaba a menudo la casa de Sara, en donde también tenía la oportunidad de practicar el español con Laura.
Era jueves, y Kieran ayudaba a Sara a preparar aquel —fácil— pero sobre todo único chocolate dulzón que tanto le fascinaba. Habían dos tazas llenas encima de la meseta de la cocina, y Sara le añadía caramelo como ingrediente final.
Al terminar, caminaron hasta el sofá de la sala de estar, y empezaron a degustar del chocolate.
—Creo que nunca me cansaré de tomarlo —Dijo Kieran tomando largos sorbos.
—¡Despacio Kieran! Está caliente, no quiero que te quemes —Le reprochó Sara mientras soplaba suavemente el suyo.
—¿Preocupación por mí es lo que he detectado pequeña? —Preguntó, coqueto.
—Sí —Respondió Sara sin tapujos mirándolo directo a sus lagunas azules.
Sus duelos de miradas comenzó nuevamente, batallando para ver quien desistiría primero, siendo esa Sara la mayoría de veces.
El tiempo pasaba y seguían haciéndose más cercanos. Los abrazos eran más constantes y duraderos, los tímidos besos de Sara en la mejilla se le hacían a Kieran cada vez más irresistibles, necesitados. Los mensajes, las conversaciones, eran cada vez más profundas, abriéndose sin ataduras el uno al otro, forjando ese lazo que ambos sentían el proceso, pero no eran —aún— conscientes del impacto que les estaba creando en sus vidas.
Sara —como la mayoría de veces— fue la primera en apartar sus ojos al temblar por causa de una ráfaga del viento helado. Miró hacia su derecha, notando que la ventana al lado del pequeño arbol de Navidad en el rincón estaba levemente abierta.
Se puso de pie, fue hasta allá cerrando la ventana y volvió a su lugar en el sofá.
A Kieran le gustaba observarla hacer cualquier mínima acción... Como esa. Le parecía cautivador como el pequeño cuerpo de Sara se movía: su ritmo perfecto, ligero, silencioso, sin llamar la atención, haciendo las cosas debidamente como eran. Sin dificultad... Con una sencillez característica de Sara.
Y sin Sara ser consciente, Kieran por segundos recorría su menudo cuerpo.
Con su short con cordones color azul ajustados, que era apenas visible por el largo y grande abrigo negro que poseía, junto con unas medias largas del mismo color. Su cabello estaba ligeramente despeinado, con ondas, siendo la parte superior cubierta por un pequeño gorro de lana. Su piel lucia un poco más blanca, y su nariz pequeña estaba ligeramente roja.
Para Kieran, Sara lucía dulcemente apetecible, irresistible de una forma única.
—Joshua me ha llamado ayer —Le contó Sara.
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Más fuerte que el viento
RomanceUn viento fuerte puede derrumbar muchas cosas a simple vista carentes de debilidades. Una vez que lo hace, no deja ningún rastro de dudas. Pero, aquel chico con aspecto de ángel quería demostrarle a esa inigualable pequeña que los sentimientos que...