Fragmento I - Jorogumo

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¡Hola! Esta vez traigo algo un poco diferente. Se trata del fragmento de una novela de fantasía élfica que comencé con una amiga y que no llegamos a terminar. Lo cierto es que he empezado un montón de historias pero solo he llegado a terminar (de forma escrita) una, y era bastante corta. He pensado en rescatar estos fragmentos y mostrároslos, para que los leáis como si fuesen "cortometrajes", quizá  esto me sirva, por otro lado, para animarme a continuar alguna, ya que me encuentro en una sequía de ideas. ¡Espero que os guste!

(En este caso, mezclé el mundo de Tolkien y los elfos con el folklore japonés, ya que el Jorogumo es un yokai - espíritu/demonio - de la mitología japonesa).

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  El desierto estaba en completa calma lo que inquietó a Airia. Que el bosque se encuentre en completo silencio, solo podía significar una cosa: peligro, y la elfa sentía lo mismo con aquel momento. Miró a Addham y aunque su rostro se mostraba totalmente tranquilo, notaba la tensión en su cuerpo. Él también lo notaba. Airia miró a su alrededor. Aquel desierto de tierra yerma estaba lleno de lugares escarpados, montes erosionados y oquedades. Cualquier ser desagradable podría estar acechándolos desde algún agujero.
Llegaron a una zona parecida a un desfiladero, a ambos lados del camino, el terreno ascendía de forma escalonada hasta una pared rocosa y llena de cuevas que media varios metros de altura. Airia se paró. Aquel lugar era perfecto para una emboscada, pues únicamente se podía avanzar o dar media vuelta.

-Addham, creo que deberíamos ir mejor por otro lado. Este sitio...


Se interrumpió al ver que Addham no la estaba escuchando en absoluto. Observaba fijamente algo que se encontraba detrás de ella. Airia se dio la vuelta y a unos metros distinguió una mujer. Apenas iba tapada con lo que parecía un vestido blanco y traslúcido. Su bello y pálido rostro estaba enmarcado por una brillante melena negra. Sonreía a Addham de forma seductora y sugerente. ¿Qué demonios hacía esa humana en pleno desierto, y así vestida?

-Addham...-le advirtió Airia.


Pero Addham no parecía escucharla. Solo tenía ojos para aquella mujer. La humana ladeó la cabeza y sonrió, haciéndole a Addham un gesto para que se acercara. Addham comenzó a andar hacia ella sin dudar.

-¡Ey! ¿¡Pero qué haces!?-gritó Airia-. No te das cuenta de lo extraño qué es que una mujer se encuentre aquí, sola y con ese aspecto.


Airia intentó sujetar a Addham, pero este se zafó de ella y avanzó hacia la humana con rapidez. Cuando llegó a su lado, la mujer se puso de puntillas y le dio un beso. Airia se quedó estupefacta ante lo surrealista que resultaba la escena.

-Addham, por favor-insistió Airia, acercándose.


La humana se giró de golpe y miró a Airia fijamente. Sus ojos rasgados eran completamente negros. Tenía algo que inquietaba profundamente a la elfa. ¿Cómo es que Addham no era capaz de notarlo? Estaba claro que aquella humana no era normal. Debía ser una bruja y había seducido a Addham. Airia se fijó mejor en su ropa. Tenía un aspecto pegajoso, y parecía estar hecha de un hilo muy fino. De pronto, de entre esos hilos, apareció una pequeña araña, que correteo por entre el vestido hasta desaparecer por detrás de su espalda. Airia levantó la cabeza y miró a la humana, sorprendida.

Y se horrorizó con lo que vio.


En su rostro ya no había dos ojos, sino ocho. Y de su boca salían dos pequeñas tenazas. La elfa retrocedió, desenvainando su espada. Poco a poco aquel ser fue cambiando de aspecto hasta convertirse en una humana de cintura arriba, y en una enorme araña de cintura para abajo. La araña emitió un siseo y con un rápido movimiento que Airia no se esperaba, la golpeó con una de sus patas, lanzándola a unos metros de distancia. Addham seguía en trance, sin reaccionar. Pero cuando la mujer-araña comenzó a correr hacia la pared, Addham la siguió al instante. Y ambos se metieron en uno de los recovecos de la pared. Airia fue detrás de ellos en cuanto se recuperó del golpe.

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