Grace se encontraba de nuevo en la azotea del edificio, observando con la mirada vacía la ciudad. Ante ella se extendían los edificios apelmazados, todo gris, todo triste y monocromático. El cielo sin embargo, era puro contraste.
Se acercaba la noche, y el firmamento mostraba toda una paleta de colores mientras poco a poco iba oscureciéndose todo. Allá donde Grace mirase, veía decenas de tonalidades de rosas, azules, amarillos anaranjados y rojos.
- ¿Qué ocurre? - preguntó de pronto la voz de Adam tras ella, sacándola de su ensimismamiento.
- No lo sé.
- Tendrás que saber por qué te sientes así, ¿no?
- Sabes que no. No siempre tiene por qué haber una razón.
Adam suspiró y se sentó al lado de Grace. Esta notó como una de sus alas se extendía desde su espalda hasta la suya, rodeándola sin apenas tocarla. Él sabía que a ella le fascinaban sus alas, y eso siempre le hacía sentir bien.
- A veces... Me siento muy impotente... - murmuró Adam -. Por no ser capaz de poder hacer nada -. Grace enterró la cara entre sus rodillas, sintiéndose culpable.
- No pasa nada, ya me sentiré mejor...
Adam no añadió nada. El cielo continuaba con su danza de colores, aunque poco a poco el azul oscuro iba conquistando la pista de baile. Grace contemplaba cómo las estrellas iban apareciendo tímidamente cuando de pronto dijo:
- Un día quiero que me lleves a volar.
El ángel giró la cabeza sorprendido y ligeramente alarmado.
- ¿A volar? ¿No te dará vértigo? Y quizá sea un poco incómodo para ti. El llevarte en brazos, me refie...
- Y quiero que sea durante el atardecer. Un atardecer con alguna nube. Son más bonitos cuando el cielo está salpicado de nubes - continuó, ignorando las palabras de Adam.
- Bueno, como quie... -. Se calló al notar cómo la cabeza de Grace se apoyaba en su hombro. Él tragó saliva, pero no dijo nada.
- ¿Cuánto tiempo vas a quedarte conmigo? - preguntó la chica.
- No lo sé... Ya te dije que todo depende de los serafines.
- Es cruel, es muy cruel.
- ¿A qué te refieres?
- A que te envíen a mi lado y luego me obliguen a perderte -. A veces Grace decía esas cosas sin más, como si simplemente estuviese hablando del tiempo. Lo cual hacía que a Adam le diese un vuelco el corazón. ¿Cómo era capaz de decir esas cosas de forma tan casual y a la vez, guardarse todo lo malo y no ser capaz, por ejemplo, de llorar delante de nadie?
- No deberías decir esas cosas.
- ¿Qué cosas? Que te qui...
- Grace -la cortó el ángel -. No digas esas cosas porque sabes que no puede ser. Los ángeles no pueden emparejarse con humanos.
- Al menos es un "no puedo" y no un "no quiero" -dijo Grace.
Adam abrió y cerró la boca antes de ser capaz de decir algo.
- Los ángeles no pueden enamorarse.
- Supuestamente - añadió la chica. - Entonces, ¿no me quieres? -sonrió Grace. Los ángeles tampoco podían mentir.
- Sí te quiero. Te tengo aprecio -contestó, añadiendo aquello último para esquivar la verdadera pregunta. Pero Grace ya estaba preparada para esa respuesta:
- ¿Estás enamorado de mí?
Y el ángel ya no pudo contestar.
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Pequeñas historias
Historia Corta"Escribir sobre las cosas me ha permitido soportarlas" - Bukowsky.