Parada 3: FUN.
Estoy de pie en mi cocina, el refrigerador emite un sonido vibrante, el grifo no deja de gotear, por más que he intentado cerrar correctamente la manija sigue chorreando. El sonido de las gotas de agua chocando contra la superficie metálica hace que pierda los nervios.
Tomo el vaso de plástico y sirvo agua natural de la jarra verde, tengo la garganta reseca, he pasado toda la mañana haciendo ejercicio. Necesito refrescarme un rato.
Para ser pleno verano hace mucho frio, el viento corre agresivamente y choca contra las ventanas, sopla de una manera escalofriante, hace que parezcan lamentos en lugar de simplemente viento. Hace que me den escalofríos.
Me recargo en la estufa mientras bebo el segundo vaso con agua, miro hacia todos lados, hacia el lugar de la sala, justo donde se ven las escaleras que guían al siguiente piso, a la izquierda donde está el comedor, el desayunador y la ventana que da al patio trasero.
Siempre me aseguro de no dejar mi espalda expuesta, esa es una de las reglas principales que las películas de miedo y acción me han enseñado, también uno que otro libro llega a tocar ese tema. Aunque no mucho, al menos no que yo recuerde.
Dejo el vaso con cuidado aun lado de lavabo.
No me gusta estar sola en casa, no me gusta llegar y que todo este solo.
Soy paranoica, veo cosas donde no hay nada. Me altero con cualquier insignificancia y eso no es bueno para mis nervios, siento que en cualquier momento podría sufrir de un paro cardiaco conforme no llegue alguien, mi hermana o mi padre.
La rata se mueve nerviosa en su jaula, subiendo y bajando para alimentarse, rompe el periódico y se hace bolita dentro, cada que se mueve todo suena, eso también me pone de nervios, pero al menos sé que no es nadie más que ella. ¿O un él? Mi madre me ha preguntado varias veces que género es la rata pero a decir verdad jamás lo pregunte ni nos dijeron al momento de adoptarla, tampoco es que importe, no tiene más compañía que el periódico y los trozos de pan que le doy.
Tamboreo los dedos sobre el borde de la estufa, me he cortado las uñas ayer... más bien, las he terminado mordiendo durante la película. Es una maña bastante molesta.
Suspiro y termino por salirme de la cocina, no es bueno que piense demasiado las cosas, eso hace que todo sea aún más problemático.
El viento de allá afuera vuelve a golpear la ventana, susurra algo y yo me asusto en mi lugar, a un lado de refrigerador y la puerta que da al patio trasero, donde se ve la lavadora y la pared pintada de amarillo.
Cuando hay sol no luce tan feo el patio, cuando era niña solía jugar a que atendía un restaurante en ese lugar, algunas veces incluso salía a hacer tarea; pero así, con todo luciendo tan gris, incluso el amarillo luce deprimente, da la sensación de que allí paso algún tipo de crimen.
Siento escalofríos.
De nuevo la paranoia se está haciendo mella de mí. Es molesto hasta cierto punto.
Niego con la cabeza y termino decidiéndome a prender la computadora, si me mantengo entretenida hasta que mi hermana llegue, tal vez logre sobrevivir a mi propia paranoia y pánico sin base fija.
Exagero demasiado.
La computadora emite el brillo azul del cubre pantallas, una bella imagen de mi pareja favorita del anime que sigo actualmente, eso me hace sonreír y olvidar por un momento que tengo miedo. Meto la contraseña y espero a que termine de programarse. Miro de nuevo la ventana al frente, esa misma que da al patio.
Odio que esté abierta, me deja ver más de lo que me gustaría.
Odio este clima.
Odio estar sola.
Odio esta paranoia.
Rápidamente, antes de que pierda los nervios abro el navegador y entro a Facebook.
Veo el inicio y me rio de las tonterías que encuentro. Eso me relaja. Abro Youtube y reproduzco la primera canción que encuentro.
El sonido de algo metálico rebotando me recuerda que me encuentro sola, otra vez.
La vecina le grita a su hija por tercera vez en estos últimos minutos que es una inútil y que es incapaz de hacer nada. Suspiro. Subo el volumen de la canción comienzo a cantar a voz viva, como nunca hago al menos que esté sola o con mi hermana para que me grite que me calle o me termine acompañando.
Los coches pasan por la calle, hacen un ruido extraño al pasar, el pavimento está incompleto, algo maltratado por el tiempo y el mal material usado, así que cuando pasan frente a mi casa lo hacen despacio, quemando gasolina y susurrando. Uno de ellos pasa tan cerca que estoy casi segura que es mi padre entrando.
Pero mi padre no se ha llevado el carro.
De hecho mi padre jamás usa el cocho a excepción del fin de semana.
Carajo.
Me concentro de nuevo en la canción siguiente, en los comentarios siguientes, en lo que sea.
Necesito distraerme.
¿Qué es esta ocasión?
¿Qué?
No lo recuerdo.
Cuando estoy sola cualquier pensamiento traidor sale a la luz y no puedo hacer nada para evitarlo, es tan natural que casi da miedo.
El saco de box de allá afuera se balancea al son del viento y choca contra la ventana, me altero y maldigo en voz alta.
Mamá dice que es bueno y recomendable gritar improperios cuando has visto un fantasma, así evitaran llevarte.
Pero... yo no he visto un fantasma.
¿Entonces porque has soltado esa palabrota?
Me restriego en mi asiento, de nuevo la sensación de inquietud, veo a la cocina, como esperando ver algo más que el grifo que no deja de gotear y el tarro de miel dorada.
Los espejos enfrente de mí, los espejos que están al fondo de la gran repisa me dan mala espina. Hacen que todo se vea atreves de ellos, todo, como si quisieran rebelar algo que no existe, igual a las cosas que yo veo cuando estoy sola y... paranoica.
No grites...
No grites...
No...
... grites.
Tecleo rápido para contestar un mensaje de uno de mis compañeros de clase. Sí, claro, algo de... las vacaciones.
Me siento incomoda, como si estuviera mal sentada, las piernas me hormiguean.
Me centro más en los siguientes mensajes, en todos parece que estoy riéndome, cuando en realidad solo estoy ansiosa. Muy ansiosa.
Basta, basta, basta...
Tengo miedo...
La luz, la poca luz solar, se va diluyendo con el cielo gris y de repente tengo que encender las luces, no me gusta la obscuridad.
Dios soy tan cobarde.
La vecina vuelve a gritar y su perro ladra.
Mi rata sube de nuevo por comida, al tronar una de sus croquetas, todo rezumba en mis oídos.
Odio estar sola, odio esta casa tan grande para mí.
No me gusta.
Soy tan cobarde.
Eres tan cobarde.
Gracias por leer.
Tameyura.
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A ti, para siempre.
Ficción GeneralPara ti del otro lado del ordenador, una vida prestada.