Capítulo I

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Extrañamente, Ann pensó en la poesía. Recordó que hubo un profesor de su escuela primaria que le dijo una vez que todo lo que le rodeaba era poesía. Ella no le creyó, o no sentía que podía hacerlo. La poesía eran letras de cosas sin sentido en un libro que ella no deseaba leer. El mundo no podía ser poesía, ¿Cierto?

Pues bien, ella nunca creyó reconocer que encontró su entorno una poesía viva y llena de hermosas notas. Ella mueve sus manos en medio del aire. "Podría tocar las nubes", piensa ella de pronto. Su cabello también le es visible, nunca pensó que apuntara hacia el cielo. Su cuerpo se siente ligero, todo en ella parece pesa menos que una pluma y le gusta.

Ante la improbabilidad de su alrededor, ella reacciona. "Estoy cayendo", expresa internamente. Ella mueve sus manos, buscando de donde sujetarse. Pero es imposible, no hay nada a su alrededor. Gira su rostro de un lado a otro, pero su cabello le impide visibilidad alguna. No hay de dónde agarrarse, no hay a donde ir, está descendiendo en picada y sus poderes no aparecen por más que pida a gritos que la salven.

No sabe cuánto tiempo está en el aire, no tiene madera de calcularlo. Sus gritos parecen no escucharse. Busca en el cielo algún rastro del helicóptero pero no lo encuentra. Aros de nubes blancas es lo único que puede identificar hasta que ve una pared.

Mientras sigue cayendo, Ann identifica que está descendiendo justo en medio de un edificio que posee una abertura triangular. No puede ver con claridad que hay en cada piso, solo ve grandes barandas y luces que la ciegan.

Sus párpados sólo permiten que sus ojos vean a través de una pequeña rendija. Todo se reduce a esas líneas de visión en donde Ann contempla el color blanco. El aire frío se acaba a su alrededor, una brisa cálida la rodea.

La caída se detiene frenéticamente y Ann espera el dolor de estrellarse contra el suelo. Pero ese sufrimiento no llega. Abre sus ojos y se encuentra suspendida entre esa luz blanca que la rodea. Gira su cabeza y puede ver a una mujer de cabeza rapada y ojos azules oscuros que la observa con el ceño fruncido.

―Sujeto 795 –pronuncia la mujer hacia su compañero.

Ann no puede ver bien lo que sucede. Su cabello sigue flotando al mismo nivel que su rostro, impidiendo ver mucho de su alrededor. La mujer, quien lleva un traje blanco le hace una seña a su compañero. El hombre de unos cincuenta años que está a unos metros de distancia la entiende y aprieta un botón del pequeño panel que está a su frente.

Sin más demora, Ann cae al piso y se soba la cabeza cuando por fin recupera la movilidad de su cuerpo. La caída fue menor, por lo que es probable que obtendrá a lo máximo una hinchazón por el golpe.

La mujer, quien lleva una placa encima del lado derecho de su camisa blanca con la palabra CAMUSSI escrita en ella. Ella tiene una Tablet en su mano, la cual posee un registro completo sobre Ann. Sus dedos largos y callosos se deslizan por encima de la pantalla para poder leer la información.

―Annette Houston Hederby. Con dieciséis años y un metro cincuenta y seis de estatura. Nacida en Morehead, Carolina del Sur.

―Una americana –pronuncia su compañero quien posee un marcado acento ruso.

―El sujeto posee cuatro poderes reconocidos: telequinesis, teletransportación, congelación y animación de objetos.

―¿Qué? –pregunta Ann de un momento a otro al oír esto último.

―¡CÁLLATE RATA INMUNDA!

Un dolor crece en el cuerpo de Ann. Siente como un fierro ingresa por su hombro izquierdo, se incrusta en su piel y deja fluir sangre a borbotones. Ella grita, es lo único que puede hacer ya que sus poderes no aparecen. Sus manos no se congelan, el fierro no se mueve por más que ella lo desee, la niebla no hace su aparición. Se hace un ovillo en el piso, presionando con ambas manos sobre su herida para evitar que más sangre fluya a través de ella.

Humagnus II - Los DestinadosWhere stories live. Discover now