La Luna Cantó Como Lara.

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Muy arriba, donde la noche es espesa y los sueños se hielan, veo fuegos artificiales.

Muy lejos, a cientos de años luz de mi, en la otra esquina del patio, está ella. Donde los sueños no se hielan, donde los sueños se queman.

Lleva un vestido azul, con lunares blancos esparcidos sobre la falda, constelaciones de gotas de leche. Y en sus ojos se leen los secretos del nunca jamás. Me pregunto si tendrá frío con este calor.

Más antes que después las luces se funden. Es una tormenta eléctrica. Y yo aquí, tan ebrio... La botella de fuego líquido en mi mano, la saliva seca en mi boca, los estallidos profundos, huecos y alarmantes de la pirotecnia. Y ella está ahí.

Ojalá pudiera acercarme ahora, entre la oscuridad. Paso tras paso, cortando los hilos que nos atan a nuestros lugares.

Olor a sexo. Sudor de sal.

Luna, ven, vieja amiga. ¿Puedo pedirte un favor? Canta un rato conmigo, alivia mi borrachera, acúname un rato, un rato largo, tan largo como esta noche y las muchas más que vienen, en las cuales me hará falta su piel en mi cama, sus ojos de alabastro, la miel salada que brota de entre sus muslos. Cántame para dormir, para poder dormir sin ella...

-Estás muy ebrio... Voy a pedirte un taxi...

No, no lo necesito, creeme, no lo quiero. Los taxis tienen ruedas y puertas y olor a carro viejo. No es que sea un olor desagradable, pero por favor... Justo ahora no es lo que quiero que cruce mi nariz. Si quieres hacerme un favor, un verdadero favor, dame otra botella...

Creo que han pasado milenios desde que las luces se fueron. La noche nos está comiendo muy a prisa, glotona, hambrienta de nuestros cuerpos, no le bastan nuestras sombras. Viene por nosotros. Viene por ella. Por sus ojos de gata y su cuerpo de Diana. Viene por ella, viene por mi...

Te salvaré, princesa, dulce retazo del cuadro pintado al óleo de Dios.

La mujer de seda, ojos de alquitrán. Se la ha llevado la noche, reclama lo que es de ella. La belleza de las sombras. Regresa lo que no es tuyo... Pero si es por ella, juro que ser el ladrón del quinto elemento, vale la pena.

Pasillos, cuartos vacíos, cuartos donde se escuchan gritos y cuartos donde se encierra el humo de las hierbas sagradas. Cuartos donde se trazan rayas infinitas de arena de oro, cuartos donde la gente nace y donde la gente muere y resucita.

¿Dónde estás, princesa?

Creo que la diviso al fondo, en la primera frontera del cielo. ¿La estratósfera?

No importa, es la noche más dulce de octubre y ella está ahí.

Lleva en la mano un cigarro, y el humo vuela desde su boca hasta mis pulmones, y siento el polonio ardiendo dentro de mis alvéolos, y siento la forma de sus labios, y siento que los años jamás han sido tan largos.

(Oh, si, está tan buena, su coño debe ser tan dulce que el azúcar se derretiría en él... En final de semestre, amigo, lo juro, le pediré salir... Se la está tirando el wey que vino el otro día por ella, el tipo del sedán plata... Creo que va a estudiar historia... Nunca en tu vida, ella es otro nivel, ya sabes, ella es una bruja... La vi en un sueño, movía las caderas como si fuesen montañas rusas, de aquí hasta oriente medio... Sus ojos, sus ojos de gata... Amigo, déjala, es el mismo cuento desde la secundaria... Pero es que ella...)

Ella y solo ella...

Y ahora estoy tan cerca que casi puedo tocarla...

¿Es mi imaginación? ¿O a caso sus labios de verdad se están moviendo solo para mi?

-¿Disculpa?

La veo. Te veo. Me veo en tus ojos. Respiro tu aire, y cada instante dura milenios. Te veo, y en tus pensamientos me leo, porque supongo que ya no me recuerdas, pero no importa, porque las luces se han ido y los fuegos artificiales no cesan y la noche es noche de luna vieja, y los arboles mueven sus ramas hacia ti, queriendo tocarte, porque eres el centro del mundo confuso delineado por el alcohol en el que me encuentro.

Te veo, y como eres te deseo, cual luciérnaga atrapada en un frasco de cristal. Te veo, y como te siento te anhelo, como el frío necesita al invierno. Te veo, y como me miras te miro. Una mezcla de indiferencia. Una larga nota de tristeza que profiere el piano más triste del mundo.

-Feliz cumpleaños.

Fue lo único que le pude decir.

Media vuelta.

Me voy.

En la inmensa noche llena de estrellas, me voy.

Sé que jamás voy a volver a hablarte.

Cuando la luna me ve, cabizbajo, arrastrando los pies en el asfalto, comienza...

Farolito
Que alumbras a penas
Mi calle desierta
¿Cuantas noches me viste
Llorando llamar a su puerta?
Sin llevarle más que una canción
Un pedazo de mi corazón
Sin llevarle más nada que un beso
Friolento y travieso
Amargo y dulzón.

Historias Cortas De La Luna Y Las EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora