Ajá, bailas las jaranas. Te seducen, te recuerdan a tu abuelo, bebiendo mezcal, llamando a su amada.
De eso hace ya muchos años.
Suavecito, le imprimes color a tus caderas achacosas. Como lo hacía la abuela.
De eso hace no tanto tiempo, en realidad.
¿Cómo se llamaba ella?
Lucía. Un nombre adecuado.
Nació entre los cerros y entre los cerros murió.
¿Y él?
Demetrio, exacto.
Digamos que era noviembre y el frío llegaba con el viento, que se colaba tranquilo y travieso por entre las laderas de las montañas de Cuxtepéc.
En las madrugadas, Demetrio agarraba la carabina oxidada y se salía para llevar a las borregas colina arriba, a que se aglotonaran de dulce pasto húmedo de rocío. Así tenía tiempo de sentarse a la orilla del risco y arrojar piedritas al vacío, mientras mamá luna le miraba, deseosa de dedicarle carantoñas. Pero Demetrio, desde hace muchos años que no le dirigía la palabra. Ni si quiera le dedicaba una simple mirada.
Bueno, pensó la luna, quizá si te mando un presente te acuerdes de que te amo. Lo necesitas, y casi cumples los diecisiete años. Ya va siendo hora de que te llamen don.
Si Demetrio la hubiese estado escuchando, la hubiese mandado a chingar a su puta madre, aunque la luna fuese la madre de todo e hija de nadie, y por ende, el insulto se hubiese tornado vacío.
Pero la Luna le susurraba y su sonido era el sonido de la madrugada arrastrándose lento hacia el otro lado del mundo, donde el sol no pudiese atraparla.
Ya casi daba esa hora en la que los colores que sirven de fondo al manto galáctico se deben teñir de violeta, dando paso a los primeros haces de luz, esos latigazos blancos que cortan a los corazones desechados y terminan las borracheras.
La Luna lo sabía, por eso no lo pensó mucho cuando se mutiló a sí misma.
Dejó caer desde su lecho entre los cielos, directo a las faldas de los cerros de Cuxtepéc, un pedacito de su alma, anudado con migajas de polvo de sueño astral.
Sobre su propia alma rota escribió:
Para Demetrio.
Y aquel fragmento de la luna cayó, y se visitó de fuego y tiempo, mientras descendía hasta estrellarse junto a las rocas que Demetrio arrojaba al vacío, desde su pedazo de tierra dulce, entre los cerros de Cuxtepéc.
(Me está gustando este relatito. Pero ya le estoy dando mucha prisa. Lo dejo aquí para acabarlo y arreglarlo después.)
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Historias Cortas De La Luna Y Las Estrellas
RomantikSi es una noche fría... Si ella te dejó y quieres echarle sal a las heridas... Si se te acabaron los cigarros... Si darías lo que fuera por volver a besar sus pies... Si la boca sigue seca por la hierba y no tienes agua cerca... Si extrañas su cuerp...