Pájaros De Portugal

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1: Del Poeta

Escuché de pequeño, alguna vez, quizá entre sueños, a un viejo poeta murmurar que los condenados pagan caro su redención. Desde entonces la frase se guardó en el desván de mis recuerdos. Olvidada y añeja, no volvió a salir a flote en mi conciencia hasta que la conocí a ella.

Y es que, desde el principio, supe que ambos estábamos condenados.

Y que no habría redención.

2: Les Quatre Cents Coups

En sus ojos ella podía atrapar al mundo entero, aunque lo único que le interesaba atrapar de verdad era al mar. Después de hablar un rato, me confesó que nunca lo había visto, y que, si había algo que deseara más que nada en el mundo, era conocerlo.

Había visto una película en blanco y negro. Me contó la historia, pero ya no la recuerdo. De lo que si puedo hacer memoria es de su rostro, bello, bañado en la añil luz del crepúsculo, hablando sobre el final de la película. Aquel niño triste y solitario que, escapando a la playa, había dejado a todos detrás.

Ese día le prometí, mientras nuestras piernas se rozaban suavemente y yo la veía ensimismado a los ojos, que la llevaría a conocer el mar.

3: Su Breve Descripción

Yo tenía quince años. Ella rondaba los diecisiete, aunque su verdadera edad nunca la supe realmente.

La conocí en la tienda de abarrotes que estaba cerca de mi casa. Ella compraba cigarros rojos y vestía una falda de terciopelo azul. Su camisa de mangas largas a rayas horizontales negras y blancas no lograba disimular su delgadez. El cabello negro como la noche y ondulado como los anillos de Saturno iba suelto, y la brisa que entraba por la puerta del local lo agitaba suavemente, en un vaivén que me cautivaba y sofocaba mis sentidos.

Me enamoré a primera vista de su sonrisa, tan discreta por pequeña, tan hermosa por perfecta. Sus labios ligeros que, en su fina curva, desestructuraban mi universo.

En sus ojos ella podía atrapar el mundo entero, pero, al terminar de pagar, lo único que atraparon fue a mí, y a mi miedo por encontrarme dentro de sus pupilas negras.

Y de repente la sonrisa iba dirigida a mí.

Ella pasó de largo. Salió por la puerta dejándome un aire de desamparo, de vulnerabilidad. Salió por la puerta llevándose algo, una parte de mí que nunca pude encontrar. La perdí cuando sus padres se la llevaron, cuando la alejaron de mí.

Y sé que ella sabe que, aún hoy, lleva, escondida en su cintura, una parte de mi corazón.

4: Ojos de Bohemia, Ojos de Mar

Supe, por un amigo, que se acababa de mudar. Fue en el momento en el que le pregunté a él acerca de ella cuando me di cuenta de que no había sido solo una espectral y aterradora visión creada por mi subconsciente.

Porque sí, me aterraba y me seducía la idea de hablarle, de tocarla, de saberla real.

Algo misterioso y mágico había pasado cuando me atrapó en sus grandes ojos oscuros, tan cristalinos como un espejo, como cristal de bohemia. Más hondos y más profundos que el ancho mar.

Comencé a buscarla todos los días, caminando entre las calles, esperando que se realizara un encuentro casual. Como un desesperado gastaba las tardes enteras deambulando, arrastrando los pies en el cemento, dibujando en mi cabeza bocetos mal hechos de su rostro, de su blanca piel, de sus finas caderas, de su sonrisa diminuta e introvertida.

Muchas veces la llegué a ver de lejos.

Caminando hacia su casa, barriendo el portal, leyendo Rayuela en alguna banca, esperando al camión pasar. Varias veces noté, a través de su fino maquillaje, hematomas en su piel. Y a veces, en su casa, se escuchaban gritos y alaridos, y en su basura siempre había botellas de vinos.

Historias Cortas De La Luna Y Las EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora