VI

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Martes 12 de Mayo

Tuve una oportunidad de oro y no pretendí en ningún momento desperdiciarla. Tenía que formar parte de un grupo, a como dé lugar. El objetivo era no permanecer solo como si estuviera en casa.

En el almuerzo no se habló demasiado, nada más la advertencia de que me fijarían horarios para no perder el ritmo con mi escuela. Excelente, lo que necesitaba ¡estudiar materias en un psiquiátrico! Como si ello me aliviara. De todas maneras, no creo sea tan terrible, quizás un ambiente calmado y sin la menuda espalda de Zayn frente a mis ojos me ayude a concentrarme.

A eso de las cinco de la tarde, pude acercarme al taller musical. Tenían una guitarra, y de manera muy tímida se la pedí a la encargada y comencé a tocar, muy despacio. Mis compañeros y el resto de los internos en la sala estaban en demasía asombrados, llegaba a incomodarme. Al parecer, toco mejor de lo que pensaba, o el sentido de la gente enferma de la cabeza está programado para hacerme creer que soy bueno. No sé ni con qué cara los trato de enfermos si por algo estoy acá, en fin.

Luego de aquel espectáculo estrafalario, los chicos de mi cuarto me dijeron que los esperara a la hora de las pastillas antes de dormir. Sí, a todos (los posibles) le dan pastillas para dormir antes de la acción, así se aseguran de que “han descansado”.

Tal y como me lo pidieron, los esperé. La diferencia en el asunto es que ellos se me adelantaron a la fila y me dijeron al oído que observara. El más alto de los tres, se colocó la pastilla bajo la lengua y cuando la enferma le hizo verificar, ni se notó cuando hizo el cambio en el paladar para que no le notara. Quedé sorprendido, es todo un habilidoso en eso de esconder pastillas. Ahí me dijeron que hiciera lo mismo, y yo con cara de ni de broma porque no me saldrá. “La confianza es la clave”, exclamó uno de ellos, si supieran que confianza es lo que más me falta…

Y no sé cómo mierda pero les engañé. Iba a sacarme el medicamento de la boca para botarlo, y ellos me golpearon y me dijeron que estaba demente, que podía guardarlo para una buena ocasión. Ya en la habitación nuestra, me dijeron que podía vender o cambiar la píldora por otra que necesitara. Es una buena idea, así que les hice caso y la dejé junto a la uñeta que ocupo para tocar.

Quería saber por qué no querían que durmiera, y lo mismo pensé para ellos.

-          A eso de las ocho es el primer control. Finge que estás dormido, y a los diez minutos te pones las zapatillas.- El que me habló era el más alto, su nombre es Heril, o eso le entendí.

Tal y como me dijeron, fingí que dormía como en la infancia cuando ansiaba por ver los programas de la noche en la televisión. Concentré tanto mi ser en hacer una buena actuación, que los diez minutos se convirtieron en quince y debieron zamarrearme para salir del trance. Me puse las zapatillas y les seguí.

Las luces fuera estaban todas apagadas, y por la época del año, afuera es el mismo panorama. Un chico bastante loco (actitud, no porque esté encerrado) de nombre Patch, se encargó de encender un pequeño aparato que poseía una luz tenue, suficiente para la ocasión y para no alarmar a las enfermeras. Ahí empezó mi oportunidad de tener amigos por el tiempo que estuviese encerrado.

-          Tenemos hasta las diez, Neyal.

-          Mi nombre es Niall.

-          Lo que sea, pon atención. Es muy simple la idea ¿Has fumado marihuana?

-          Jamás he probado tal cosa…

-          ¿Alguna droga? – esta vez se trató de Heril el que me interrumpió.

-          Creo que sí, pero no recuerdo qué era. Estaba en una soda, en el juego de la lata.

-          ¡Ah! Pero esa es apenas el comienzo. Esto será mejor si aceptar unírtenos.

Paraíso oscuro: El diario de un chico solitario - Ziall HorlikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora