Anécdota #2 de mi vida fracasada.

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Érase una vez mi torpeza y yo, caminando por las iluminadas calles del centro, preciosos senderos de historia y dicen por allí de brujas también.

Por allí se reúnen personas, ¿no? Es obvio. Así que todo el mundo vio cómo le huí desesperadamente a un hombre que solo intentaba hacer su trabajo.

Lo peor fue que me tropecé cuando corrí de él así que ni uno ni lo otro.

Había un señor con una especie de bafle colgando de su cuello, cantando cosas raras, para hacer reír a la gente.

Me gritó "¡mami!".

Y yo corrí.

Y tropecé.

Fin.

Con mucho cariño y sazón.
Bambi.

Melancolías del caballete de van GoghDonde viven las historias. Descúbrelo ahora