Capítulo 3

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Tras dos largas semanas de exámenes, pude relajarme un poco, pues últimamente no había tenido tiempo para continuar leyendo el diario. Supuse que la última vez que lo revisé fue aquella noche con Keyra.

Comprobé el reloj que repiqueteaba a cada segundo, esperando porque pronto darían las doce. Apenas había comido nada durante la cena, pero tanta era la emoción que me producía el saber un poco más, que apenas podía esperar a marcharme a mi rinconcito para leer. Llevaba las manos sudorosas y apretaba las sábanas con nervios mientras esperaba impaciente al cuco. El reloj no se detenía, pero para mí la tortura era lenta y acompasada.

Cinco minutos...

-Y...- se escuchó el monótono y vacío canto de la pequeña marioneta mecánica -Por fin- susurré mientras observaba las reacciones de mis compañeras. Yacían profundamente dormidas y, como escuchar su canto no era una novedad, siguieron con su pesado sueño.

Tomé, una linterna y me metí debajo de las mantas y sábanas. Saqué el diario de debajo de la almohada y acaricié sus tapas con melancolía. Suspiré muy bajito, ahora no tan segura de querer leerlo, pero gracias a mi subconsciente y a mi eterna curiosidad, el libro ya estaba abierto... y yo ya estaba leyendo.

"Hace tres semanas que no escribía y, durante todo este tiempo tan sólo vi a Diego tres veces. Para mí eso significa que las cosas estaban yendo demasiado deprisa y precisamente yo no me sentía preparada.

Durante todo el tiempo desde que mi madre me maldijo dándome esa mala noticia, no paré de pensar posibles soluciones, pero tampoco paré de tener horribles pesadillas en la que todo mi mundo quedaba destruído... casi exactamente lo que me sucedía en la realidad. Pero en mis sueños se trataba de una destrucción real de todo lo que en ese entonces me rodeaba, en la realidad, al menos podría seguir visitando a mi familia.

La pregunta que de nuevo azotaba a mis pensamientos era el porqué de la situación actual, pero era obvio que por venganza. Mi madre era de aquellas personas interesadas, todo sea por una buena causa: ella. Supongo que el tener una hija que dentro de la belleza estándar sobresaliese, era cosa a la cual sacar provecho; además, yo era su única hija. Aunque, dentro de todo aquello, jamás estaría de acuerdo en los pensamientos de mi malvada madre, ella era la clase de persona que te puede llamar monstruo de por vida y hacértelo creer; mi caso. Aquello era de las cosas de las cuales aún no encontraba un significado, pues si yo era como ella decía ¿Por qué casarme con un hombre de tal poder? A menos que... ¡Dios mío!.

En ese instante, las facciones de mi rostro se contrajeron hasta dar a ver una tremenda mueca de horror. Acababa de comprender la estratagema de mi madre. Esa... ramera barata, acababa de hacerme lo mismo que le pasó a mi mejor amiga, Erika. Había sufrido mucho por su prematura muerte y todos los que en los alrededores vivíamos estábamos enterados de la razón. Su madre, amiga de la mía, la prometió con un señor feudal; un hombre de unos cuarenta años y casi treinta mayor que ella. Ella tan solo tenía catorce años, ni siquiera era una mujer de verdad... era de mi misma edad. Cuando cumplió los quince, al igual que yo, se llevó acabo la boda y, el muy bestia, la forzó y la dejó en cinta. Estaba terriblemente asustada y apenas se alimentaba ni dormía y, con el paso de los meses, se había convertido en la sombra de lo que alguna vez pudo ser. Ella me lo contó todo detalladamente, aquello me dejó escandalizada y, justo un mes antes de la fecha indicada para dar a luz, tuvo un aborto natural que se llevó a la madre y al nonato. Era un varón precioso... o pudo haberlo sido. Yo quedé destrozada cuando me llegó la noticia y corrí durante casi un día para llegar a la mansión y asistir a su funeral. La muerte le sentó mejor que los últimos meses, pues su expresión era de alivio. El marido desmintió todo rumor negativo y todo el pueblo se reunió para darle el pésame a la familia. La madre viuda y sin hijos ni hijas, se marchó del pueblo. Recuerdo que nunca se observó un atisbo de culpa en sus ojos; era igual o peor que mi madre... y eso era mucho decir.

Donde las historias se cruzan© (pausada) Where stories live. Discover now