Me desperté muy tarde. Me dolía todo el cuerpo y me sentía mellada por una paliza imaginaria. Traté de levantarme, pero un fuerte pinchazo me hizo recostarme de nuevo y la luz no ayudaba. Apoyé la cabeza pensando en qué hacer, pero apenas podía pensar sin que me invadiesen unas terribles nauseas. Keyra llegó casi de pura casualidad, pero en cuanto comprobó que seguía en la cama sin intenciones de moverme, se me acercó con una mueca de incomprensión.
-Me duele mucho la cabeza, no sé qué me pasa- murmuré quejumbrosa -Mi cuello... no lo puedo mover- Me costaba hasta hablar.
-Lu... déjame ver- me tocó la frente, pero apartó la mano inmediatamente y me miró horrorizada -¡Estás ardiendo!- chilló levantándose de golpe. Mi cabeza se balanceó por su repentino grito.
-Ahg... no grites, duele mucho...- susurré llevándome la mano a la frente.
-Voy... a... ¡Quédate quieta aquí!- dijo agitando las manos -volveré con ayuda-. En una situación diferente me habría parecido hasta cómico su dramatismo, por algo era la teatrera del lugar.
-Ya...- murmuré intentando sonreír, pero de nuevo sentí mi cabeza punzarse por una fuerza inexistente.
Cerré los ojos y, casi unos segundos más tarde, me quedé dormida. La sensación era de lo peor. No sólo era por el dolor físico, sino que podía ver imágenes horribles de criaturas amorfas que trataban de devorarme. Me asfixiaba en mis propios gritos y la fuerte presión que ejercían los monstruos sobre mí, empezó a quemar mi piel y mis entrañas.
Abrí los ojos siendo deslumbrada por la luz del sol, sentía el cuello especialmente rígido y dolorido, como si me tratasen de asfixiar. Me costaba respirar y la sensación de agobio me hacía apretar los dientes y retorcerme como un animal preso. Pude toparme con un rostro conocido que presentaba una expresión de terror épica.
Noté presión en los miembros de mi cuerpo que tiraban de mí para mantenerme controlada. En aquellos momentos todo sucedió a cámara lenta. Keyra llorando, las monjas llevando una jeringa en la mano y cómo se incrustaba la aguja en mi carne, el líquido recorriendo mi torrente sanguíneo y la oscuridad apagando mi dolor.
¿Me estaba muriendo? ¿Qué me habían inyectado? La sensación de sueño volvía a mí y mi cuerpo respondía al líquido aliviándome.
Percibí que todo a mi alrededor se volvía pesado y lento. Debió de ser el cansancio lo que me produjo aquella sensación porque todo me parecía estático y oscuro. No más monstruos ni pulmones ardiendo, no más pinchazos en el cuerpo, no más dolor...
Mis sentidos respondían con dificultad y movimiento pesado. Mi cuerpo se encontraba aletargado, pero tenía la necesidad apremiante de abrir los ojos. Se escuchaba un pitido acompasado en la distancia y susurros roncos que comentaban incoherencias, pero le di menor importancia. Respiré profundamente y abrí los ojos de golpe encontrándome con una superficie blanca y totalmente desconocida.
Entrecerré los ojos para enfocar, pero las legañas que se me adherían a los ojos no me dejaban apenas ver más que siluetas distorsionadas. Gruñí ante el contacto de una mano sobre la mía, aún notaba los pellizcos del dolor que previamente me había oprimido la cordura.
Me encontré con unos hermosos cristales verdes... aunque más bien eran unos ojos que yo recordaba. Agradecí que mi pelirroja amiga estuviese en donde fuera que fuese aquel espacio claro.
-Do...- intenté hablar sonando como un coche estropeado -¿Dónde...e-stamos?- murmuré con dificultad. Aún no lograba enfocar su rostro del todo, pero prefería escuchar bien a enfrentarme a una realidad visual.
-En el hospital- dijo susurrando -tienes meningitis, hemos llegado casi al límite, pero parece que ya estás estable. Los médicos dicen que lo más probable es que la cogieses por culpa de tu sinusitis- añadió apretando mi mano -te trajimos aquí porque tenías mucha fiebre y dolores musculares, además de que empezaste a delirar y a decir estupideces- dijo tratando de subirme el ánimo.
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Donde las historias se cruzan© (pausada)
Ficção HistóricaHay quienes dicen que, a través de las historias que los libros encierran, podemos viajar al pasado de otros e incluso llegar a descubrir nuestra propia historia. Pues si bien no lo sabemos, cada historia se enlaza con muchas otras y son esos lazo...