Capítulo seis: la sangre nunca es divertida

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[EDITADO]

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Max

Las escalas de madera rechinan mientras las piso al bajar, un sonido totalmente escalofriante teniendo en cuenta la atmósfera tan terrorífica del lugar. Un ambiente frío y peligroso, donde sientes que miles de ojos se posan sobre ti, pero por más que intentes buscar una respuesta, un indicio, una pista... solo surgen más dudas.

Mis ojos se centran en una pequeña puerta que está pegada al suelo, es una trampilla y está abierta de par en par. Mientras me acerco la escena se hace más amplia. La estantería no está en su lugar correspondiente, y los libros están por todo el suelo.

¿Será la típica escena de que cuando mueves un libro se abre una puerta secreta?

Lo más probable es que alguien se encuentre en la nueva habitación, investigando... o robando. Cuando me acerco aún más la trampilla se cierra de golpe.

Una corriente pasa por todo mi cuerpo, y pego un brinco.

No hubo una meno que la cerrara ni una corriente de viento que generara el movimiento tan repentino.

Mis manos comienzan a temblar, algo está pasando aquí.

No, lo esto imaginado, debe haber una explicación lógica. Alguien la controla desde algún panel o... o... halaron un hilo y se cerró inmediatamente. Sí, es eso, alguien está impidiendo que entre. Alguien vivo y real.

—Ay, Max... Hay alguien mirándote...

—Fue ella, la chica, ella la cerró para molestarnos... Ten cuidado...

Miro a todos los lados, las voces empiezan a fastidiar de nuevo.

—¿Quién está ahí? —logro decir con la voz temblorosa, pero al parecer le pregunté a la nada.

Intento abrirla, pero está sellada de algún modo y el hacer fuerza para intentar abrirla es en vano.

Una gota de sudor se resbala por mi espalda y puedo sentirla recorrer toda mi piel, desde arriba hasta terminar en el resorte de mi pantalón.

—Te están observando... Vienen por ti...

Susurros atraviesan mis oídos y mis ojos comienzan a pasear por todo el lugar buscando de donde me hablan, ¿quién me está mirando?

Mi respiración comienza a agitarse, mi pecho sube y baja rápidamente, pero no es por mi respiración, es mi corazón que se quiere escapar de su lugar, late tan fuerte que parece una banda marcial retumbando por toda la habitación.

Mi nariz percibe un olor a putrefacción.

Un olor similar al de hace unos años, cuando en casa se murió un mapache y no podíamos encontrar su cuerpo. Mi madre pensaba que era algún alimento descompuesto, mi padre pensó que era el desagüe, y todos se estaban desesperando por el olor.

Hagamos de la muerte algo divertidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora