Capítulo tres: las escondidas

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[EDITADO]

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Carlota

—¿Cuál es tu nombre? —me pregunta el chico de los ojos claros.

Su compañía hasta este momento se me hace bastante agradable. Todo esto es difícil de asimilar y con alguien que no hable al respecto, se puede sentir un poco normal. Aunque hay que añadir que la calma que hay en estos momentos nos tiene relajados a todos. Después del lío que se armó, está más que merecido un descanso.

—¿Por qué importa mí nombre? —digo tapando mi muñeca donde se encuentra la pulsera de aluminio con mi alias—. Si todo es verdad... quizá se lo esté dando a mi propio asesino.

Estamos los dos juntos en las escaleras, no estamos tan cerca, pero puedo sentir ese calor humano que me proporciona él. Me hace sentir segura. El olor a podrido que nos recibió ya no está, o al menos no tan fuerte. Había algunas cuantas cosas sucias en el segundo piso y el refrigerador tenía en su interior algunos vegetales descompuestos.


Todo lo que perciben mis sentidos hacen de éste un momento bastante significativo.

—¿No importa o te quieres hacer la chica difícil? —se burla. Yo suelto una risita.

—Me llamo Carlota —le respondo—. Eres George, ¿verdad? —veo de reojo su pulsera y dice eso.

—Sí, George en vivo para todas las nenas.

Sin que me viera, hice una mueca ante su comentario, eso me dio a entender que es un chico bastante inmaduro y no el hombre que me imaginaba. Físicamente es precioso, pero su actitud de niño es molesta. O al menos a mí no me gusta.

—¿Qué hacías antes de estar involucrado en... toda esta mierda? —cambio de tema antes de que salgan más estupideces de su boca.

—Iba de aquí para allá buscando algo de diversión —fue difícil diferenciar su estado de ánimo ante su comentario. Su voz sonó maliciosa pero su rostro se tornó melancólico.

—¿A qué te refieres con "diversión"?

Ya ha picado mi curiosidad, lo que me hace sentir como un gusano escarbando en la tierra, buscando y buscando. Yo necesito esas respuestas.

—¡Chicos! —interrumpe Max—. Un nuevo mensaje, recibidor, ahora.

Después de que dijera eso, siento como mi rostro se ilumina; suspiro. Todo esto ha terminado, no más olor a mierda.

Me parece algo peligroso hacer este tipo de experimentos sin lógica, ¿y si Oliver hubiera asesinado a Samantha? Sería algo terrible, aunque no me importe mucho esa chica, pude haber sido yo. Y eso sí me preocupa.

Pero, si es algo del gobierno, por más que hubiera pasado algo terrible para ellos sería algo completamente insignificante. La vida de los civiles es lo que menos les importa, y con el comportamiento tan extraño que han tenido algunos, quizás todos tienen algún defecto que los hace aún más intrascendentes para las entidades gubernamentales. Como yo, una enferma mental que solo genera problemas. Según ellos.

Hagamos de la muerte algo divertidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora