3. Ojos Fuertes.

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Curiosidades sobre hadas:

Estas son algunas de las cosas que desagradan a las hadas: la sal, el metal, el sonido de grandes campanas, el desorden, la suciedad, las mentiras, el egoismo, el maltrato, entre otras cosas.

Tiempo atrás, se decía que llevar una cruz de hierro era un arma anti-hadas perfecta para aquellos que les temieran.

*

Yuri buscaba casi con desespero una salvación hasta que un gran objeto atravesó entre las furiosas abejas y un brazo, como si fuera un gancho, tomo del estomago al hada. Otabek, quien montaba sobre su fiel caballo, salió galopando a gran velocidad de aquella laguna congelada con Yuri en su brazo. Sin esfuerzo alguno, hizo sentar adelante suyo al hada (lo que hizo que Yuri se sobresalte mas por como lo estaba tratando ese extraño) y volvió a rodearlo con su brazo para simular un cinturón de seguridad. Las abejas comenzaron a perseguirlos (o a Yuri, en realidad). Otabek azotó la cuerda para pedirle a su caballo que vaya más rápido, y así hizo.

En una tensa persecución, el caballo corría entre los arboles, saltando las raíces sobresalidas de la tierra y esquivando rocas y pedazos de troncos que yacían a sus alrededores. Otabek sabia que las abejas eran más rápidas y que no tardarían en alcanzarlos pero aun así se aventuró a huir con el hada secuestrada.

Yuri sentía como todas sus metafóricas alarmas gritaban peligro y miedo, estar encima de un animal que hacía que se moviera inestablemente no le daba seguridad a Yuri, no le agradaba para nada no poder llevar el control y lo que mas lo asustaba era la cercanía con el humano que con su fuerte agarre lo paralizaba contra el y con la espada de hierro que descansaba a un costado de su cadera, terror formaba en él. En esos momentos estaba completamente acorralado ante el humano: lo tenia sujeto y si de casualidad escapaba, las abejas lo recibirían muy bien; perdido en esos sentimientos, lo único que pudo hacer fue pegar sus piernas al caballo y aferrarse a la camisa del hombre para no sentir que se iba a caer.

Las abejas vieron como las piernas de su presa desaparecieron (aunque simplemente la pierna de Otabek las escondía), por lo que tomaron otro camino para seguir buscando al hada que se atrevió a provocar la caída de su colmena. Otabek se dio cuenta que dejaron de ser perseguidos pero aun así siguió galopando por un rato más para así asegurar que definitivamente no serían encontrados.

Salieron a una zona donde los árboles no abundaban y ahí decidió tirar de las riendas para detener el caballo.

Otabek agachó su mirada hacia el ser que sentía en su pecho, y pudo ver cómo se aferraba a él mientras  mantenía sus ojos fuertemente cerrados.

—Ey, ¿estás bien? —preguntó preocupado ante su expresión.

Yuri sintió que ya no se sacudía de un lado al otro, por lo que abrió lentamente los ojos para ver dónde había terminado. Al hacerlo, le permitió a su salvador descubrir aquello que no fue capaz de ver mientras estaba hipnotizado ante su baile. Otabek quedó perdido ante aquellos ojos que miraban a sus alrededores confundido, eran como una laguna*, de un color celeste verdoso único ante la mirada de Otabek; pero el extraño y bello color de sus iris no era lo que mas había impresionado al hombre, sino los sentimientos que estos mostraban a todo aquel que los viera, eran unos ojos de un ser fuerte, que no se rendía ante nada: sentimientos que Otabek conocía muy bien. El soldado siguió de sus ojos a sus finas facciones femeninas, y a su piel tan blanca que le recordó a esos días donde el frío empañaba los vidrios de su choza. Continuó observando sus cabellos oro, sus frágiles piernas y finalmente a aquel par de alas celestes que rebosaban de un majestuoso brillo. Otabek no podía comprender, el cómo ese ser podía ser capaz de sacarlo de sus casillas, haciéndolo quedar embobado y sin poder razonar, algo que nunca le ocurrió en la vida, siempre era tan sereno y racional ante cualquier situación.

Un Amor, Un Secuestro [OtabekxYuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora