Dolan no tenía hermanos. Ni un auto, ni una bicicleta, ni siquiera las ganas de levantarse temprano para ir a la universidad. Yo tenía un techo viejo en el que contar grietas cuando las noches eran insomnio y un armario lleno de chaquetas oscuras, que acumulaban polvo para las mismas polillas que había visto desde los cinco años.
Dolan era un chico, y yo también lo era. La diferencia entre nosotros era que su egoísmo le impedía dejarle a alguien la última galleta, mientras mi defecto radicaba en usar los de otras personas como navajas silenciosas para salir con las manos limpias de situaciones que incluyeran sentimientos, esos que me eran indiferentes; esos que se cazaban a kilómetros lejos de mi lugar junto a las lápidas de los muertos, esos que decían que su boca y la mía no podían estar juntas, porque sino las vecinas crearían tragedias, de esas que solo pasan en libros de amores poco convencionales entre un maldito chico y otro chico. Esos que, aunque quiera negarlo, eran el nombre de nuestra tumba.
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De cómo lo corriente dista de lo exorbitante ☾
Novela JuvenilLos muertos enterrados junto a mi casa dicen que dos bocas como la tuya y la mía no pueden juntarse. Las vecinas de la calle adyacente piensan que debo dejar de ser gris, y a propósito te mojan cada vez que riegan esas flores que destilan secretos c...
