Último encuentro

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Nash se encontraba delante de un edificio alto y viejo. Al fin, había podido caminar algo, porque todas esas horas sentado le habían pasado un poco factura. Paseó un poco antes de dirigirse a su destino. Y, por cierto, había apagado el móvil. Akashi estaba siendo pesado mandando mensajitos cada cinco minutos preguntándole cómo estaba. Seguramente, al volver, éste estaría molesto por no haberle contestado. Pero no importaba, siempre podía reírse de él, luego Akashi se enfadaría más y después reirían.

Así que, ningún problema por parte de eso.

Al rubio se le revolvía el estómago en tan solo ver el lugar. Lo mantenía tenso y en alerta, no le gustaba estar ahí. Le venían unas ganas enormes de golpear algo. Suspiró profundamente, tratando de mentalizarse, y entró al edificio.

No le costó mucho forzar la cerradura de la puerta de entrada. De pequeño, lo había aprendido con práctica. Ahora, debía de andar con cuidado. Al parecer, no había nadie en el apartamiento, en ese momento, pero no podía bajar la guardia. En cualquier momento podría aparecer y debía ir deprisa. Al llegar al salón, sintió algo crujir bajo sus pies. Había una o dos botellas rotas por el suelo. Nash gruñó un poco y pateó una.

Seguía tenso. Ese apartamiento era asqueroso y quería irse de ahí en cuanto antes. Vio un portátil encima un mueble que bien podría pasar como mesa. Se agachó y lo abrió. Claro que necesitaba contraseña para entrar. Nash bufó, cansado. Miró la habitación y pudo ver una mochila tirada a un lado del sofá. La tomó y guardó el portátil ahí. Al no ver nada más relevante, después, se fue de ahí. Por suerte, nadie lo vio. Así mejor, se ahorraría testigos. Apresuró el paso y tomó el autobús que lo llevaría a su cuidad.

En verdad, había sido algo rápido y fácil. Akashi se preocupaba demasiado.

Tomó el bus de regreso sacó su móvil. Aún era temprano para llamar a Akashi, ya que este aún estaría con el enfado. Mejor escuchar su regaño una vez, cuando estuviese junto a él, que no tragarse el doble. Volvió a guardar el teléfono y se quedó mirando el paisaje a través de la ventana. Si no eres de los que se marean, mirar por la ventana y dejar el móvil aparte también es entretenido.

Al cabo de muchas horas, llegó a su ciudad y se encaminó directamente al hotel dónde estarían su novio y su suegro. Al llegar, Akashi se le tiró en brazos y también le dio un golpe en el brazo. Estaba aún enfadado.

-¡Como te atreves a desconectarte!

-Estarías mandando mensajitos o llamándome cada tres minutos. Y no me apetecía.

-¿Y después? ¡Me estabas preocupando!

-Que adorable.

-¿Puedes tomarte algo en serio?

-Ten, señor serio. –Nash le dejó el portátil en sus brazos y se sentó al sofá. Estaba algo cansado.

-Nash, ¿le robaste el portátil?

-Sí. – dijo el rubio, encogiéndose de hombros. –Ahora, tú que eres tan listillo, burla la contraseña. Yo ahora estoy en off.

Akashi suspiró un poco y se sentó a su lado, mientras abría el portátil. Intentó varias cosas y, al final, consiguió iniciar sesión.

-Listo.

-¿Ya?

-Ya.

La puerta de la habitación se abrió y el padre del pelirrojo apareció. Él y Nash se miraron, algo tensos. Después, el mayor se sentó al sofá de al lado.

-¿Es su portátil?

Seijuuro asintió.

-Justo hemos conseguido entrar. – dijo el joven, pasándole el portátil a su padre.

Mi querido rival.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora