Diez

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Un reconocido forense trabajaba en un caso extraño, una chica que había muerto, pero nadie sabía las circunstancias y el estaba decidido a desenmascarar la verdad.
Mientras miles de pensamientos divagaban por su mente haciéndolo distraer mientras sus manos con torpes movimientos buscaban el afilado bisturí y sus demás herramientas para acabar con la misteriosa muerte de aquella chica, entonces, oyó un ruido desde la puerta, lo más extraño era que el estaba seguro de que todos sus compañeros probablemente ya estaban disfrutando del abrazador calor de su hogar, pero aún así alguien pudo haber regresado o podría ser aquel guardia regordete que siempre pasaba a revisar que todo esté en orden, si probablemente era el, que como casi todas las noches iba a darle un sermón, un estúpido sermón que no le serviría de nada porque no dejaba de trabajar para por lo menos entregarse un rato a los brazos de Morfeo en vez de estar revisando las muertes de unos "apestosos cadáveres", como los llamaba aquel hombre.
Nuestro querido forense estaba tan metido en su cabeza que había hasta olvidado aquel ruido que lo había llevado a una gran controversia en su mente, hasta que sintió como el cadáver respiraba profundo haciéndolo brincar tirando todo a su paso haciendo un estruendoso ruido.
-¡Cállate o los atraerás a nosotros!- gritó aquella chica que hace apenas unos segundos estaba pálida y sin aliento.
-Ahora escúchame bien, tu sabes ahora el secreto y ellos vendrán por ti. No entremos en detalles, solo corre- el no podía moverse, su cuerpo no respondía y su mente estaba tratando de procesar todo lo que estaba pasando.
-¡Corre si no quieres que te maten! ¡Apúrate!- y con un último suspiro ella cayó postrada en la camilla otra vez mientras su pulso se volvía ahora nulo...

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