X- Xenofilia

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X- Xenofilia

(Y otros one-shots)

No vives unos 854 años sin haber viajado a bastantes lugares alrededor del mundo.

La pasión de viajar usualmente llenaba a los inmortales con el deseo de ir a un lugar nuevo, quedarse en uno mismo era demasiado mundano, disculpen el uso de la palabra. Magnus era una de esas personas. Había visitado casi todos los países (sólo le faltaba viajar a tres, y quería visitarlos. Había sido prohibido de ir a uno de ellos, y aunque técnicamente ya había viajado allí, quería encontrar una forma para volver).

No se necesitaba conocer por demasiado tiempo a Magnus antes de darte cuenta de su gusto por otros idiomas, costumbres y culturas. Con sólo dar tres pasos a su loft podrás ver una pequeña mesa británica, con una vasija francesa en el centro, que estaba encima de un mantelito italiano. Otro paso y verías la gran pintura de arena Africana colgada en la pared, que estaba cubierta por un papel que imitaba los patrones típicos de Japón. Todo esto era cambiado a menudo por otras posesiones extranjeras de Magnus, así él podría tener varios recuerdos al rededor. La mayoría le hacían feliz y recordativo en lugar de triste.

Alec, por otro lado, sólo había salido de Nueva York en contadas ocasiones. Esto para visitar Idris, e incluso en esos casos los viajes no duraban más de una semana.

Le había confesado eso a Magnus el día en que Max murió.

Alec se paró. Izzy y su madre eran un enredo de cabellos oscuros, en llanto, y su padre estaba arrodillado al lado del cuerpo de su pequeño hermano. No sabía dónde estaba Jace. Por una vez no le importaba.

Nadie notó a Alec alejándose de su familia, perdiéndose en las sombras. Caminó. Y acabó en algún sitio. No sabía dónde. No le importaba.

Y entonces, sólo cuando estuvo solo y lejos de todos, dejó de ser fuerte.

Cayó a sus rodillas y se hizo un ovillo, sollozando dolorosamente.

Tiene nueve años. Nueve. Tenía. Pasado. Nunca veré a mi hermano pequeño de nuevo. Nunca más jugaré con él, o le leeré o le entrenaré.

Otro sollozo ruidoso se le escapó. ¿Por qué no estuvo allí? Había ido a pelear. Le dejó con Isabelle y Sebastian.

Le mataré. Arrancaré su garganta. Te vengaré Max.

Debió de haberse dado cuenta que había algo mal con Sebastian. Nunca debió de confiar en él. Debió haber muerto él en cambio, no su hermanito.

Un cálido brazo rodeó sus hombros y Alec se tensó, volteando rápidamente. Magnus. Claro. Se relajó hacia el aroma a azúcar quemada, y se permitió calmarse.

"Debía haber estado allí". Susurró Alec hacia la camisa de Magnus. "Me mata saber que estuvo solo junto a ese bastardo cuando murió".

"Me estabas salvando. No puedo hacer que esto desaparezca. Lo sé, duele, pero no es tu culpa. No 'tuviste' que hacer nada". Magnus le dijo, un tanto incómodo, trazando círculos en la espalda del contrario. "Los siento. Lo siento mucho".

Alec negó entre sollozos. "Duele. Duele y no hay nada que pueda hacer". Miró a Magnus. "Para que pare, nada. Ya te ha pasado esto, ¿Cómo haces que pare? ¿Cómo?". Se aferró a Magnus desesperado.

El brujo suspiró. "Todos somos diferentes. Lo que me ayuda a mí puede que no te ayude a ti. Voy a mi lugar feliz". Observó a Alec. "¿Cuál es el lugar, en todo el mundo, que te da más comodidad?".

Alec se sonrojó. "Tu loft".

"¿De verdad? ¿Ningún lugar vacacional al azar?". Dijo Magnus, sorprendido.

Un Alfabeto Malec (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora