No podía creérmelo, cuando lo vi allí parado mi corazón dio un vuelco, comenzó a latir como si acabara de correr diez kilómetros a toda velocidad. Mis pies tomaron la iniciativa, me levante de mi mesa, fui hacia él, me pare a tan solo unos centímetros de su atlético cuerpo, y sin pensarlo le solté un bofetón por todas estas noches que había hecho que pasara, seguido de un beso que nació desde el interior de mi corazón.
Note como me sujetaba con fuerza, como si pensara que me fuera a evaporar, me besaba con deseo y pasión. De pronto note como sus fuertes brazos me levantaron en volandas y me llevaron al sofá rinconera que daba hacia los ventanales. Me tumbo con suavidad, sus ojos tenían un brillo provocador, sus labios hinchados debido al beso desenfrenado lo hacían estar aun mas sexy y atractivo.
—Hola —dijo con la respiración entrecortada.
—Hola —conteste con una dulce sonrisa.
—Te he echado de menos.
—Pero si no me conoces.
—Te conozco más de lo que crees.
—Deja de hablar.
—¿Estás segura? No soy como cualquier chico, mis gustos son especiales.
Cansada de su palabrería, le cogí de la solapa de su chaqueta y lo atraje hacia mi hasta que su cuerpo quedo pegado al mio. Mis labios buscaron con desesperación los suyos, sus manos comenzaron un recorrido del cual no había vuelta atrás, esta vez terminaría lo que había empezado aquel día en su castillo.
Con dedos temblorosos comencé a desabrochar su chaqueta, para continuar con la corbata y la camisa. Cuando conseguí dejarlo desnudo de cintura para arriba me quede sin respiración, era perfecto, mis manos fueron atraídas hacia su pecho como si este fuera un imán, las yemas de mis dedos comenzaron a recorrer cada uno de sus músculos bajando hasta su cintura, el pantalón avisaba de que lo que escondía allí dentro era de un tamaño considerable. Desabroche poco a poco el cinturón, luego pase a desabrochar el pantalón, sus manos seguían desnudándome mientras una de mis traviesas manos se adentro en busca de su sexo, comencé a acariciarlo despacio, muy despacio, pronto comencé a escuchar sus gemidos.
De repente me encontré con las manos sobre mi cabeza, me las estaba atando con su corbata y me miraba con una sonrisa provocadora.