Capítulo I.

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-¡Ahora con ustedes, damas y caballeros, el gran Severius!- los gritos y aplausos me hicieron sonreír- el asombroso domador de bestias, el aventurero más valiente de todos, el...-

Mi padre se asomó en el escenario con una gran sonrisa, se paró en el medio y dió una reverencia.

Luego de la aparición de varios animales, obviamente domesticados, el acto dio su final en medio de una gran ovación.

Bajé las escaleras rápidamente y corrí a través de las telas de colores, llegando a dónde estaba papá y saltando a sus brazos.

-¡Has estado perfecto papi!- chillé emocionada.

-¿si? ¿Te ha gustado?- preguntó sonriéndo.

-¡Si!-

Reí y pasé los brazos por su cuello, escondiéndo mi rostro.

-Te están esperando bonita-

Mi padre me bajó y vi a un pequeño pelirrojo observándome con una sonrisa.

Caminé hasta él y salimos de la carpa corriendo, riendo cuando la familia Spunkle nos echó agua de un sifón.

Nos quitamos los zapatos y caminamos sobre el césped, llegando hasta el río.

-¿quieres bañarte?- dijo mientras se quitaba la playera y la arrojaba a mi lado.

-No, tengo frío-

Se encogió de hombros y me dio la espalda, sumergiéndose de un chapuzón.

Sonreí cuando salió del agua con el cabello pegado a la frente y me saludó con la mano.

Tomé un par de florecillas y comencé a unirlas en una barita larga y verde, creando una pequeña corona natural.

-¡Oye Amy!- la voz de mi amigo me llamó la atención y lo miré con el ceño fruncido- ¡ven aquí! Te tengo una sorpresa-

Al escuchar la palabra sorpresa, mi cerebro se prendió de curiosidad y salí picando hasta dónde estaba el pelirrojo.

Me tomó de la mano y me guió a través del pequeño bosque que había a un lado del río, pasándo bajo una cortina de helechos.

-¿a dónde va...-

Mi voz se cortó.

Frente a mi, una pequeña casita de maderos caídos.

-Tadaaaa- susurró a mi lado- feliz cumpleaños-

-Pe... Pero aún faltan diez días-

-Lo sé, pero quería dártela ahora, es nuestra guarida secreta-

-Es... es... Gracias Jerome-

Sonrió y me abrazó, apretándome en su costado.

-¿podemos entrar?- pregunté bajito.

No contestó y solo me jaló hasta dentro del pequeño lugar.

Empujó la puerta y entramos: frente a mi, una gran piedra hacia el rol de mesa, pequeños almohadones de colores repartidos a lo largo del lugar, pequeñas ventanas irregulares y de distintos tamaños, el perfecto aroma a naturaleza. Y flores.

Flores por todos lados, en las paredes, en la mesa, en las ventanas, en la puerta. Sus colores animaban el lugar y me hacían sonreír achinando los ojos.

-Felices 8 años Amy- susurró con una enorme sonrisa.

-Gracias Jer-

Tomó mi mano y me invitó a jugar, Jerome tenía 10 años y era mi mejor amigo desde siempre.

El circo nos unió y nadie sería capaz de separarnos.

Circus.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora