Capítulo 22

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Al no ver el camino que se tomara, Fabrizio, después de haber despotricado un fuerte —¡Maldición!— regresó sus pasos hacia la casa; y al estar en su interior, a la que atendía el "recuerdo" dejado en el rostro de Katherine, se le solicitaría:

— ¡Por favor, Madre, llama a la clínica y autorízale su entrada!

— ¿Crees que haya ido para allá? — preguntó su progenitora.

Mirando como Gerika acariciaba con cariño y comprensión a su madre adoptiva, Fabrizio simultáneamente negó con la cabeza, sintió cierto coraje y su voz así sonaría al aseverar:

— ¡Te lo garantizo!

— Bueno; entonces lo haré de inmediato — contestó la galeno y dejó su actividad, entregando la gasa a la jovencita para que Regina fuera al teléfono y acatara el gentil mandato de su hijo al que se le veía entre triste, molesto, frustrado y el cual, apresurado, volvió a abandonar la sala para ir afuera y aguardar con impaciencia por Tamara quien al haber salido tan precipitadamente de la casa, no se llevó consigo su celular ya que no respondía o tenía el más mínimo deseo de hacerlo, aunque esto era lo más probable al conocer lo caprichosa que Peligro era.

Pero mientras Fabrizio seguía intentando comunicarse con ella, adentro de la vivienda, un matrimonio se despedía:

— Buenas noches.

— Buenas noches — respondió únicamente la dueña de aquella propiedad.

Al salir de ésta y toparse con Fabrizio, Liam no supo otra cosa más que decir:

— Por el cariño hacia tus padrinos, confío que por ellos, sepas hacer lo correcto.

Con eso bastó para que el guapo doctor frunciera mayúsculo el ceño, y le contestara malhumorado:

— ¡Como si fuera un sencillo chiste lo que hicieron!

— De todos modos — lo reprendieron, — a ti no te corresponde juzgarlos.

— ¡Entonces tampoco es mi trabajo el abogar por ellos!

— ¡Fabrizio! — apenas alcanzó a pronunciar el padre, porque sin dejar de ser arrogante y grosero, el hijo se despediría únicamente:

— Buenas noches, Sara Lee — y se metió velozmente a la casa en dirección a la habitación de la pelirroja para ir en la búsqueda del bendito celular que yacía sobre el buró con una infinidad de llamadas perdidas.

Al no poder hacer mucho más que aguardar por el retorno de Tamara, Fabrizio bajó a la sala para escuchar ¿hipócrita o sinceramente?:

— Perdónenme, hijo — se miró a uno; y luego a... — Gerika — quien comprensiva volvía abrazar a Katherine. No obstante Fabrizio:

— Considero que no es a nosotros a quiénes debes pedírselo, Madrina.

— Lo sé, pero... — su voz se escuchaba vencida, — por favor, ayúdame a que recapacite. Hazle entender que aunque ella no lo quiera, soy su madre y mínimo me debe un poco de consideración.

El doctor sería mezquino al cuestionarle:

— ¡¿Acaso tú lo tuviste cuando los abandonaste?!

Gerika hablaría para respingar de nuevo:

— ¡Fabrizio, deja de ser rudo!

Lógico el guapo hombre se molestó, más no dijo nada sino que se reservó su comentario para después, ya que ahora la que más le importaba era Tamara la cual no regresaría a casa sino dos horas más tarde cuando madre e hijo al salir para despedir a sus invitados, no ingresaron a su hogar sino que se quedaron sentados en el último peldaño de la escalinata de la entrada principal, y ahí, sosteniendo la mano de su hijo, Regina era quien había hablado:

¿Quién teme al peligro?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora