Una y otra vez

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La lluvia se hizo más agresiva. Las gotas comenzaron a doler en cuanto impactan contra mi piel, el choque de estas contra los automóviles y los paraguas ensordecían. Pero aún seguía escuchando los latidos de mi corazón, cada que me acercaba más al otro lado de la calle crecían y crecían con desesperación.
Ni siquiera la diviso aún pero ya me siento desesperado por decirle esto que me he guardado todo este tiempo. Maldición, incluso podría estar abordando en este momento.
Después de vagar un rato la encuentro. Hermosa, como siempre. No se protege con ningún paraguas, ni siquiera parece percatarse de la lluvia. Parada bajo un farol completamente sola esperando el autobús. Me acerco lentamente sin dejar de mirarla, su piel refleja la luz que emana el faro, sus labios rojos naturales enseñan su falta de maquillaje. Toda ella es auténtica, y eso es lo que más amo.
Me acerco hasta estar de frente.
— Oye— digo con mi voz ronca y acabada.
— Eres tú...— respondió con un tono de voz deprimente. A pesar de la lluvia se notaba que comenzaba a llorar.
— Lo lamento— las lágrimas aparecían rítmicamente en mis mejillas.
— Lo que dijiste fue.
— Espera— la interrumpí como un niño asustado—, solo escúchame un momento— Se incorporó—. Lo que dije no significa nada, sabes, yo... Quiero estar contigo, eres lo mejor que me ha pasado en toda mi vida. No... no me imagino estando lejos de ti un segundo, le das sentido a mi ser. Eres, mi vida entera.
Carraspeo y dejo salir el llanto desesperadamente.
— Podría ser un hombre que lo tiene todo— continúo—, pero sin ti no tengo nada. He pensado, estos últimos años desde que te conocí, y... Te Amo.
Ella deja que las lágrimas llenen sus ahora vistosos hoyuelos, me doy cuenta que está alegre y entonces me deja ver por primera en mucho tiempo esa sonrisa de perla que vi aquel día en la secundaria.
— ¿Estás seguro?— dice entre jadeos.
— Nunca he estado más seguro de algo en mi vida— paso las muñecas para limpiar mis lágrimas—. Eres y seguirás siendo la mejor decisión de mi vida. Volvería en el tiempo para conocerte una y otra vez, aquel día en el asiento del colegio.

Me acerco a la altura de sus labios y dejo que se acerque para unirnos. Sellar nuestro compromiso con un beso. La calidez de sus labios erradica el frío que causan las gotas de agua. La amo, y la amaré por siempre... Una y otra vez.

Escritos cortos sin propósito.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora