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Johan ya no aguantaba más, siempre presumió de tener una excelente condición física pero jamás se había enfrentado a un reto tan grande como este, si fallaba le costaría la vida. Eran ya dos horas las que llevaban esas bestias corriendo por su comida, Johan no entendía como seres podridos y al filo de la no-existencia podían aguantar tanto, era un misterio para él de donde sacaban energía. Ya no podía aguantar, no era capaz de soportar semejante ardor en sus piernas, sin querer dejó escapar un par de lágrimas, sabía que en cualquier momento iba a caer al piso y esas bestias lo devorarían como aquel que no ha comido en una semana y ve un buffet de la comida más exquisita que pueda probar. Cerró los ojos y se dejó caer al piso esperando lo peor mientras rezaba al Dios al que nunca creyó esperando reunirse con sus seres queridos.

Pasaron unos segundos que para Johan fueron eternos, no entendía como todavía no lo devoraban, hasta que se dio cuenta de los sonidos de los disparos.

-Basura- -exclamó una voz femenina- ¡Levántate de una vez que no nos quedan tantas balas!
-Por Dios hombre no nos queda tanto, ¡aguanta! -Era la voz de su mejor amigo, Paul

Johan se había olvidado que no estaba solo, que tenía amigos los cuales lo apoyarían siempre y que no podía permitir dejarlos solos en este mundo infectado. Inspirado por la lealtad de sus amigos se paró, saco su katana junto a una pequeña pastilla y se puso en posición defensiva, no iba a dejar que esas bestias tocaran ni un solo pelo de sus seres queridos, por otra parte, sus amigos no entendían que hacía, tenían que llegar al refugio rápido, era imposible ganar quedándose a pelear ahí, menos sin balas.

-Necesito un poco de adrenalina, ustedes corran y vayan al refugio, distraeré a estas mierdas unos minutos.
- ¡Vas a morir estúpido! Estás muy cansado, solo corre- Dijo la chica

Ella no esperaba que la mano de Paul tomara su brazo y la arrastrara dejando solo a Johan, pero Paul entendía perfectamente la situación en la que se encontraban, en velocidad no iban a ganarles, debía sacrificarse uno para que el resto viviese.

- ¿Qué mierda haces? -Exclamó la chica, no podía soportar dejar a su amigo solo
- Si Johan dice que lo dejemos solo, lo dejamos solo y punto -dijo con voz tajante

Siguieron corriendo hacia el refugio, este se encontraba a aproximadamente veinte minutos, aunque con el cansancio que traían les debería tomar al menos treinta minutos. Mientras Paul y Gabriela corrían ella no pudo evitar derramar un par de lágrimas, sabía que no volvería a ver a Johan, pero él no se iba a dejar vencer tan fácil, mientras sus amigos iban a un lugar a salvo él se tomó esa pequeña pastilla que había sacado unos minutos antes, sabía que le dolería y mucho.

Gabriela y Paul escucharon un grito, era de Johan, Gabriela sólo siguió corriendo a pesar de que en el fondo estaba devastada, por otra parte, Paul sabía que ese grito era resultado de esa droga sintética que habían desarrollado, tenía un proceso similar a la transformación de zombi sólo que uno no perdía la razón. En cada persona el efecto era distinto, algunas personas se transformaban en moles gigantescas, otras en seres con uñas gigantes capaces de cortar todo, incluso había personas que tomaban una forma animalesca, en el caso de Johan su cuerpo no tenía gran variación excepto por la velocidad que adquiría además de la fuerza que ganaba. También sus ojos se volvían negros y su iris rojo dándole una apariencia como un demonio.

Con katana en mano no perdió tiempo y empezó a rebanar a cada ser, se movía tan rápido que apenas se podía ver bien que estaba haciendo, era como de película. El gran problema era que después de ese proceso sus músculos salían muy perjudicados, la primera vez que lo hicieron consumir esa droga sus piernas y brazos terminaron desgarrados, con el tiempo su cuerpo se iba acostumbrando a ese estado de sobre-exigencia, pero nunca logró acostumbrarse al dolor pre-transformación.

A él en el fondo le encantaba esa sensación, logro matar a un centenar de esas bestias en cosa de minutos solo con su katana, al terminar con esa horda de zombi corrió a unirse con sus amigos, pero antes se puso un par de lentes de sol, Gabriela no estaba enterada de esa droga y él no quería que ella lo viese con esa apariencia, además de que no tenía ganas de escuchar como ella le reclamaba lo peligroso de consumir esa pastilla y sobre-exigirse a tal límite.

Al correr hacía el refugio se encontró con un grupo de zombis, los rebanó en cosa de segundos y siguió corriendo, el problema fue apenas empezó a sentir como los efectos iban desapareciendo para ser remplazados por el dolor infernal en sus músculos, debía encontrar a sus amigos rápido, iba a desmayarse en cosa de minutos. Todo iba nublándose y oscureciéndose poco a poco, si se desmayaba sólo, era prácticamente un hecho que terminarían devorándoselo, sintió pena y felicidad al mismo tiempo, pena por morir sin despedirse de sus seres queridos pero felicidad por haberle dado la posibilidad de escapar sus amigos, no aguantó más y se desplomó.

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