Capítulo 22.

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Escuchó un sonido en la cerradura. Era él.

—¿Qué te pasó? —sonrió, pero al verla a los ojos su sonrisa desapareció.

—Na… nada —se alisó el cabello y trató de arreglarse, agradecida al menos por no haber llorado. Christian  no le creyó. Se sentó en la cama y Anastasia se alejó de inmediato.

—Oye —susurró, intrigado—. ¿Qué te pasa?

—¿Hablaste con Elena? —habló con voz inexpresiva.

—Sí, lo hice —sonrió—. Está bien. Sólo quería contarme que el nuevo cliente está muy complacido con ella. Ayer por la tarde tuvo una sesión de fotos durante dos horas y esta mañana también.

Anastasia no le creyó. Una mujer famosa como Elena no dejaría una
docena de mensajes sólo para informar que tuvo un buen día.

—Ya veo —fijó la vista en el océano. ¿Por qué no dejaba Christian de fingir y se marchaba? Por el contrario, él la tomó de la mano.

—¿En dónde estábamos? —preguntó con voz ronca y ojos luminosos.

—Ibas a bañarte —lo empujó por el pecho—. Y yo voy a leer una revista.

—An… —él estaba asombrado.

—No, por favor, Christian, no lo hagas.

Por más que pensara en Elena, era difícil resistir. Ningún hombre debería tener un poder semejante y tan pocos escrúpulos.

—An…

—¡No!

Nunca supo si él hubiera insistido, pues se oyeron risas en la sala. Segundos después, Mía entró en el dormitorio.

—Perdón —empezó a cerrar la puerta nuevamente al ver a Anastasia y a su
hermano sentados en la cama.

—No, está bien —se puso de pie de un salto—. Estoy segura de que quieres
bañarte y arreglarte. Como yo soy la única que no tiene que hacerlo pues no nadé, tomaré una revista y me iré a leer junto a la piscina. Los veré después.

Antes de que nadie pudiera decir algo, salió. Sólo había unas cuantas personas, pero pronto llegaron varios de los jugadores acompañados de muchas chicas que reían y se colgaban de sus brazos. Anastasia sólo los saludó con una seña y fingió una gran concentración por la moda europea para ese otoño. Habría sorprendido a cualquiera que la conociera y más aún a Christian,
que todavía comentaba algo cuando portaba una camiseta y no una de sus blusas originales con mangas largas. ¡De nuevo pensando en él! ¡Maldición!De pronto, alguien le jaló un mechón de pelo y se sentó en la silla a su lado.

—Hola.

—Ah —se trataba del hombre rubio—. Hola… señor Calhoun.

—Sólo llámame Bart, Annie.

—Anastasia —trató de decir su nombre con voz helada, pero en ese momento vio que Christian, Toby y Mía se acercaban. Su voz se entrecortó y pronunció su
nombre con un susurro ronco.
Todavía no podía enfrentarse a él con el equilibrio necesario, así que no los miró y en vez de eso le sonrió a Bart Calhoun. El hombre no necesitaba que le dieran aliento dos veces. Le quitó la revista.

—Así está mejor. Me preguntaba si te hacías la difícil. Creo que ya es hora de que nos conozcamos.

—Puede… ser que sí —fue cautelosa. No quería conocerlo, aunque deseaba irritar a Christian Grey.

—Vamos a cenar —anunció su jefe al acercarse.

—No tengo hambre.

—Hice una reservación para los cuatro.

—Pues cámbiala.

Christian frunció el ceño y la miró. Luego observó a Mía y de nuevo a Anastasia. El mensaje era claro: esto es parte de tu trabajo. Ella se molestó. Estaba harta de la manipulación.

—No tengo hambre. No quiero salir ni ir a cenar. Por una vez, puedes hacerla de "acompañante". Creo que de vez en cuando tengo derecho a estar tranquila durante unas horas —la última frase la dijo con los dientes apretados. Se arrepintió
de inmediato, pues Mia la miró con profundo dolor—. No quise decir… —alargó una mano para tomar la de su pupila.

—Por favor, quédese aquí, señorita steel —Christian apartó a su hermana—.No quisiéramos que nos demandara por explotarla en el trabajo —comentó enojado y
jaló a Mía y a Toby.

Bart Calhoun dejó escapar un largo silbido. Ella estaba incómoda y tomó su revista. Bart se la arrebató y la puso fuera de su alcance.

—Pensé que nos estábamos conociendo.

Suspiró y cruzó las manos sobre el regazo. Como Christian se había ido, no podía escapar a su habitación.
En la hora y media que siguió, conoció más al hombre de lo que jamás hubiera deseado. Era grosero, vanidoso y muy desagradable, pero lo soportó, ya que sentía que era su paga por herir los sentimientos de Mía.

No importaba que estuviera
enojada con Christian, nunca debió hacerlo, pues la chiquilla era joven y sensible. Consideraba a Anastasia como su amiga y ella fue muy severa.

Se obligó a escuchar los relatos de Bart acerca de sus habilidades en el voleibol y eso le pareció un pequeño castigo en comparación con su pecado. Bart habló sin parar y enfatizó su relato con tragos de cerveza. Le ofreció una a ella, quien no se atrevió a negarse, pues pensó que no era prudente rechazar todo el tiempo a Bart. Como no aceptaría nadar con él si se lo pedía, ni irse a la cama, pensó que lo
mejor era aceptar la cerveza que le ofrecía. La tomó con lentitud. Él ya había tomado cuatro cervezas cuando Anastasia  apenas terminaba la mitad de la suya. En ese momento él decidió que iría a nadar.

—Acompáñame —ordenó y alargó la mano.

—No, gracias.

—No seas insoportable, Annie —la miró con enfado.

—No lo soy. Lo que pasa es que… no quiero nadar.

Bart suspiró y parecía que iba a hacer algo más que sólo ponerse a discutir,
cuando una voz suave lo detuvo.

—Yo nadaré contigo, cariño —una de las fanáticas de los jugadores apareció a su lado y le acarició el brazo.

—¿Ah, sí? —susurró, seductor.

—Me encantaría —susurró la chica.

Anastasia  se alegró. Adelante. Vio con enorme placer que lo jaló hacia el borde de la piscina, tropezaban y caían los dos en el agua. Los juegos y coqueteos empezaron, y aliviada, ella tomó su revista de nuevo. Las cosas estaban funcionando bastante bien. Por lo menos así fue, hasta que Bart salió del agua y se acercó a ella.

—Es tu turno.

—No, gracias.

—Tienes que nadar —insistió—.Debes venir —pronunció las palabras mal y ella pensó que el ejercicio, aunado a la cerveza, estaba afectando su sobriedad.

—Siéntate —señaló la silla.

—¿Por qué no vienes a la cama conmigo? —replicó y la miró con deseo.

—Basta ya —se ruborizó y bajó la vista.

—No, linda —la tomó de la muñeca—. O nadas o vienes a la cama conmigo.

Anastasia forcejeó y buscó con la mirada a la chica que la salvó la última vez.

Pero no la vio.

—¡Suéltame!

—Si quieres luchar, podemos hacerlo mejor en la cama.

—No quiero…

—Oye, Grey—Bart la interrumpió para dirigirse hacia el hombre que entraba en ese momento por la reja—. Mira esto. Tu chica va a nadar conmigo.

—¡No! ¡Por favor, no! —gritó...

***

No quiero comer...y quiero seguir corrigiendo.

Destinos Opuestos [Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora