Llega un momento en la vida de toda persona que te das cuenta de muchas cosas: primero, que pocas son las cosas sin las que no puedes vivir; segundo, que solo te das cuenta de esas cosas cuando las pierdes.
Cuando pierdes esas cosas, sientes un vacío interior que no se puede rellenar con nada mas que con lo perdido, estás unos días atontado lo cual hace que no sepas que hacer con tu vida. Por ese motivo son necesarias las rutinas. Las rutinas no te ayudan a liberar sentimientos a menos que tu vida sea tu sueño, si no es así, la rutina esconde tus sentimientos para que tu puedas seguir siendo capaz de vivir tu vida.
Los vacíos interiores suelen desamueblarte la cabeza, tirar esas estanterías llenas de libros fuera de sus respectivas secciones sin ningún tipo de cuidado para que tengas que buscarte la vida y encontrarte a ti mismo.
Jamás encontrarás algo que pueda reemplazar al vacío que perdiste en su momento, solamente conseguirás encontrar un nuevo orden bibliotecario sin esa sección que tanto añoras y necesitas.
Algo así pasó y sigue pasando, pero esta vez se llama adolescencia, y el vacío que se siente es el de no ser lo mismo que eras antes, de necesitar una personalidad, un punto de apoyo distinto a la rutina, eso es lo que se necesita en estos momentos.
Cuando no tengas un punto de apoyo búscalo con afán, pero no por el punto de apoyo, sino por la búsqueda. Y para explicar esto citaré un fragmento del poema de Ítaca:
Cuando emprendas el camino a Ítaca,
pide que tu camino sea largo.Eso es lo que de verdad debemos hacer en la vida, no solo en momentos puntuales.
Así que supongo que sí, pide que tu camino sea largo...