Acababa de llegar y ya me estaba aburriendo. Había gente, mejor dicho, futura gente, que por mucho que espero no consiguió nada.
Muchos llegaban con unas condiciones físicas pésimas, y de las psicológicas mejor ni hablar. Estafas, engaños, abandonos... simplemente tuvieron grandes expectativas de una realidad totalmente distinta.
Llevo nada esperando, pero ya me aburro, ya me entristezco, ya sé que lo que viene no es un jardín precioso de girasoles por el que puedo campar a mis anchas sin que nadie me interrumpa en el momento más placentero y solitario de mi vida.
Por eso no sonrío, ni bromeó, e intento no estar feliz. No quiero acostumbrarme a buenas emociones cuando en la realidad casi no las voy a usar.
Pero, al fin y al cabo, somos seres imperfectos creados para sufrir. Ese es nuestro cometido, sufrir.