Prólogo: Sententiae Ad Mortem

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No creo que pueda aguantar mucho más, la oscuridad se hace mayor a cada instante, no podré seguir huyendo mucho más tiempo, me atrapa

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No creo que pueda aguantar mucho más, la oscuridad se hace mayor a cada instante, no podré seguir huyendo mucho más tiempo, me atrapa. Algo ha cambiado aquí, la oscuridad está devorándolo todo, ya no escucho el agua, no veo el mar ¿cuándo me alejé tanto de la costa? La luz desaparece a mi paso engullida por ese abismo sin fondo que me persigue, si paro un instante pereceré junto con todo este bosque sombrío y fantasmagórico. Los árboles parecen observarme silenciosamente, incluso casi puedo apreciar rostros en sus cortezas. La luz acaba, no puedo correr más, ya no, solo me queda arrodillarme y dejarme vencer por las sombras, polvo eres y en polvo te convertirás, no luches más... Me pregunto si este será el fin.

···

Desperté en mi habitación, tenía todo el cuerpo empapado, mi corazón estaba muy acelerado. Latía fuertemente como si hubiese estado media hora corriendo físicamente, pero no era así, solo era un sueño Matt, lo sabes, solo un sueño muy real. ­El reloj marcaba las 6:41 tan solo faltaban unos minutos para levantarme e ir a la facultad. Decidí quedarme unos minutos sentado en la cama descansando, no estaba bien, no había dormido suficiente, podía notarlo. Mi habitación seguía tal y como la dejé la noche pasada, se acercaba la época de exámenes y soy absolutamente incapaz de mantener mi cuarto ordenado cuando estudio. Los apuntes se encontraban revueltos encima del escritorio con una taza de café a medio acabar por no hablar de la innumerable cantidad de libros y ropa que habían esparcidos por el suelo que hacían que mi dormitorio fuese un sitio poco seguro donde caminar. Algo que odio es que nunca me hace efecto el café, siempre acabo quedándome frito por muchas tazas que haya bebido. Es un poco frustrante porque eso me complica las cosas a la hora de estudiar, siempre me quedo sopa antes de leer el primer tema completo. De pronto, deslicé mi mirada hacia la puerta de mi cuarto, alguien la había abierto.

― ¿Cielo, estás despierto? ― Era la tía Emma.

― Ya ves que sí ― Respondí revoleando los ojos que lucían entrecerrados y cansados a causa del sueño. Ella se sentó a mi lado encima de la cama y me puso la mano en mi frente

― Dios mío estás empapado, Matt ¿otra vez ese sueño? ― preguntó preocupada mientras se volvía a levantar para levantar la persiana y airear la habitación. ― No debería seguir ocurriéndote con esas pastillas, o al menos eso dijo James ― Decía pensativa mientras abría la ventana y observaba el sol de la mañana que entraba radiante por la habitación.

― Dijo que las primeras semanas todavía podía persistir ― añadí autoconvenciéndome

― Sí, y llevas un mes... ― Emma suspiró preocupada cruzándose de brazos.

― Tía estoy bien, lo prometo ― asentí.

― Bueno cielo, me voy a trabajar ― añadió besándome la frente ― pide cita de nuevo para el médico, ya hablaremos cuando vuelva.

­― Sí, tía ― Dije con tono cansado

― Te he dejado el desayuno en la nevera, déjale algo a tu hermana ―deslizó su delicada mano de color miel sobre su rubia melena tratando de acicalar sus cabellos lo mejor posible mientras abría la puerta y se deslizaba frente a ella ― Que tengas un buen día cariño ― decía mientras la cerraba.

...

Duchado, vestido y por fin en camino a la universidad. Cada mañana se repetía el mismo rutinario paseo hasta la facultad. No es que fuera un camino corto, necesitaba tomar un par de líneas de metro y cruzar unas cuantas avenidas para llegar a la facultad de psicología de San Francisco. Es uno de los grandes inconvenientes cuando vives en una gran ciudad como viene siendo esta. Me mudé a San Francisco con mi hermana mayor Crystal hace 3 años a causa de la muerte de mis padres. Mi tía, residente aquí, se hizo cargo de nosotros a pesar de lo difícil que fue para ella, por aquel entonces. Emma todavía era estudiante en el último curso de postgrado y además trabajaba a tiempo parcial de camarera. No fue tarea fácil ocuparse de dos adolescentes y Crys todavía no tenía la mayoría de edad. Siempre admiraré a mi tía por todo el coraje y la responsabilidad que tuvo ocupándose de nosotros siendo tan joven. No obstante, yo crecí en Napa, un pueblo cercano a San Francisco donde me crie con Crystal, mis padres y mis abuelos. La tía Emma venía a vernos de vez en cuando aunque no demasiado, ella no tenía una buena relación con mis abuelos por eso se marchó de Napa. Los motivos aún a día de hoy no los conozco demasiado bien, y la verdad es que tampoco me atrevo a preguntarle más veces sobre ellos a Emma.

Cavilar sobre diversos temas como este hacían que el camino a clase fuese algo más entretenido de lo habitual. Bueno, eso y que Spotify amenizaba en cierto modo la ruta. Pero finalmente llegué a clase, donde me esperaban unas cuantas horas interminables de charlas filosóficas y didácticas irremediablemente aburridas.

Soy Matthew Stewart y esta es la historia de mi día a día, una vida ordinaria, rutinaria e incluso aburrida, aunque algo me dice que las cosas cambiarán en muy poco tiempo.

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