[30] Las cosas se complican.

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CAPÍTULO TREINTA

''Las cosas se complican''.

Leila, quien me había recogido, no paró de hablar desde el camino de mi casa al aeropuerto, y la carretera parecía infinita, pero ya habíamos llegado

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Leila, quien me había recogido, no paró de hablar desde el camino de mi casa al aeropuerto, y la carretera parecía infinita, pero ya habíamos llegado.

Aeropuerto de Los Ángeles. Enorme y hermoso, aún no podía creer que papá trabaje aquí. Mis dos maletas estaban a mi lado, y yo miraba la estructura del edificio como una niña en una fábrica de chocolate. Había venido varias veces, y siempre observaba todo embobada.

Agaché mi vista, y luego la subí.

Y allí estaba él. A unos veinte metros de mí, quieto y tieso, con una sonrisa enorme. Allí estaba él, hermoso y auténtico, quitándome el aliento como lo hizo la primera vez que lo ví.

Mandé todo a la mierda, me olvidé de las maletas, de Leila que estaba a mi lado hablando sin parar. De repente no existía nada, sólo él y yo, y nuestra distancia de por medio.

Corrí. Corrí como una cría tonta, y me lancé a sus brazos. Él me tomó de las piernas y enredé estas en su cintura, y lo abracé con fuerza. Lo extrañaba tanto, joder. Su corazón pegado al mío, nuestros respiraciones al unísono. Nada más importaba.

Me separé y lo miré, pero no tardó mucho en tiempo en devorar mi boca

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Me separé y lo miré, pero no tardó mucho en tiempo en devorar mi boca.

—Joder, creí que moriría sin verte —murmuró.

Sonreí como una estúpida.

—Jay.

—¿Qué? —dijo, acomodando un mechón detrás de mi oreja.

—Nos vamos a México —murmuré, como si no lo pudiera creer.

—Oh sí. Nos vamos.

Di un chillido de felicidad y el me abrazó otra vez.

***

Sebastian, Flinn y Leila estaban junto a nosotros, habíamos terminado de desayunar en un bar en el aeropuerto y ahora esperábamos nuestro vuelo. Las ansías se apoderaban de mi ser.

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