Orion.

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Hoy Jongin vio la constelación de Orion en el cielo.

Kyungsoo vio la misma en sus ojos.

Jongin había perdido un brazalete, uno que le regaló Kyungsoo en su cumpleaños. Tenía un pequeño colgante de una estrella fugaz, con el nombre del moreno grabado en la parte de atrás. Kyungsoo notó ese pequeño detalle.

—Kim, ¿y el brazalete? —Preguntó Kyungsoo serio mientras miraba la muñeca vacía del menor.

—Creo que se cayó, de seguro cuando venía de la universidad. —Comentó el moreno sin quitar la vista del televisor.

—Apaga eso, se te va a podrir el cerebro.

Kyungsoo estiró su mano y arrebató el control remoto de las manos de Jongin, dejando éste en el buró que estaba a lado de su cama. Jongin bufó, girándose para darle la espalda al muchacho de piel lechosa y se durmió.

El pelinegro aprovechó y alzó la polera de su novio, dibujando constelaciones y el sistema solar, repartiendo algunos besos cuando su dibujo fue terminado.

     

Kyungsoo volvió a tener el mismo sueño, sólo que ahora las pequeñas luces que se reflejaban en el agua iban desapareciendo de poco a poco, ahora parecía un cielo oscuro, un cielo oscuro y triste, Jongin seguía flotando ahí, sin inmutarse.

Y de repente una estrella fugaz se reflejo justo en donde se encontraba la cabeza del moreno, como si la pequeña estrella hubiese sido un disparo.

Sus ojos se abrieron y un Jongin sonriente lo recibió con besos como si de su desayuno se tratase. Cada vez que sus labios rozaban con lo del menor sentía pequellas chispas en su belfo.

—Kyung. —Lo llamó el castaño con su sonrisa más radiante que el Sol.

—¿Qué pasa?

—Te tengo un regalo. —Dijo Jongin mientras se ponía de pie y del armario sacaba una caja enorme.— Espero te guste, me llevo tiempo en juntar el dinero para comprarlo.

El chico pálido quitó el papel de regalo en el que estaba envuelta la caja, abriendo esta de paso.

—¡Woah! —Exclamó con sorpresa.— U-Un telescopio, no debiste, de seguro te salió muy caro y.

—No importa en cuánto haya salido, ¿quieres estrenarlo hoy? —Kyungsoo asintió.

Esa noche fueron a la azotea con el telescopio portátil y lo instalaron para que el novio del moreno pudiese ver las estrellas. Con algo de ansia, Kyungsoo apuntó el telescopio pero no observaba nada de extraordinario, tan sólo puntos blancos que adornaban un lienzo negro que era el cielo.

No brillaban como lo hacían los ojos de Jongin.

Sin embargo, Kyungsoo fingió estar entusiasmado con su nuevo regalo pero él sabía que jamás lo volvería a usar.

Como agradecimiento, esa misma noche Kyungsoo saboreaba la vía láctea de Jongin, disfrutando del sabor de todo el polvo estelar que lleno su boca al causar una supernova.

Jongin sonrió como nunca antes.

Y Kyungsoo percibió un brillo nuevo en sus ojos.

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