Mi madre lleva el pelo enmarañado y los ojos hinchados, hace un gesto con el que coloca su albornoz y, cuando da el primer paso dentro de la habitación se detiene. Frunce un poco los labios, lo suficiente para que se trate de algo disimulado.
Sus ojos se centran en el hemisferio norte de mi cuarto y allí escudriña discretamente la zona. Después, conduce la mirada hacia al otro lado de la habitación, ese donde se sitúa la ventana.
Abro la boca para cortar el silencio mas me arrepiento mentalmente antes de hacerlo. Conozco a mi madre y ella a mí, sé cuando puedo mentirle y cuando no así que no me queda más remedio que confesar.
—Solo he tenido una pesadilla. Con papá. — miento.
En realidad ha sido la excusa perfecta. Hace unos años, cuando aún no era lo que se dice una adolescente, solía tener pesadillas con mi padre.
Con su ausencia, más bien.
—Han pasado ya varios años, cielo. ¿No crees que es un tanto raro que continúes teniendo este tipo de pesadillas? Quizá deberíamos ir a ver a un psicólogo...
—Mamá. — le corto. —Nos abandonó. No creo que eso se pueda superar en toda una vida o, por lo menos, no pasados tan pocos años.
—Tienes razón — hace un ademán con ambas manos y sus ojos, cansados y acompañados por unas grandes bolsas, pasan a mirar al suelo.
En realidad no estoy orgullosa de meter este tema por el medio, pero por el momento es el único arma que tengo.
No he mentido. No creo que enfrentar la pérdida de alguien, ya sea física o moralmente, pueda superarse en dos o tres años, y como bien he dicho, creo que depende de en qué casos, no se puede progresar en ese aspecto.
Honestamente, no sé en qué punto estoy yo todavía. Ya no me pego las noches entre la almohada y tampoco mintiendo a mis seres queridos. No he perdido el interés completo en encontrar a mi padre de nuevo, mas sinceramente tendía que pensarme dos veces el ver a ese personaje. ¿En qué momento de su vida decide una persona abandonar todo lo de su alrededor? ¿Qué hay más fuerte que todo el cariño que te forja tu mujer, tu hija? La seguridad, la costumbre... ¿Qué puede vencer a tantos años de amor?
Me moriré sin saberlo.
A decir verdad, mi sentimiento hacia él ahora mismo es neutro.
Tan neutro como la mirada que sostiene mi madre sobre mí.
— ¿Quieres que te traiga un poco de agua? — recuerdo mis cuerdas vocales hace menos de diez minutos intentando ejercer algún tipo de sonido. Asiento.
Cuando vuelve, me bebo el vaso con tanta ansia que me produce un picor en la garganta y que deriva en una fuerte tos.
—Vamos, intenta dormirte. — se levanta dejándome todo el espacio de la cama y cuando estoy dentro, me cubre con el edredón hasta el cuello. —Mañana irás a hacerme unos recados.
Las voces superponiéndose al chirrido de los carritos de compra ayudan a despertarme al completo, alejando todo rastro de somnolencia que quedaba en mí.
Sostengo una vez más la lista con todas las cosas que ha apuntado mi madre y me dirijo a la sección de desayunos.
Sopeso las distintas opciones de cereales, no sin antes echar una ojeada al carrito de nuevo. Está a rebosar y apenas queda espacio para algo más ahí dentro, así que finalmente me decido por unos cereales de miel situados en el último estante.
Me alejo unos pasos de toda mi compra y alargo el brazo para dar con el alimento, hasta que me doy cuenta de que no soy lo suficientemente alta.
—Maldita sea. — refunfuño por lo bajo al mismo tiempo que todo mi peso se vuelca hacia delante cuando me pongo de puntillas. —Para que luego digan que ser bajita es algo adorable.
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D O B L E
Vampire-Tómate esto en serio, Connor.- cierro los ojos porque es lo único que quiero en este momento; ser el polvo que se desvanece con una ráfaga de viento. -Los sueños son cada vez más frecuentes. Y siempre a la misma hora. - al principio no responde, so...