Capítulo 16

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—Deberías tomarte un té.

—No quiero un maldito té. — respondo irritada desde el antiguo sillón de la casa de West, moviendo la cabeza repetidamente. Me guía hacia el sofá y allí se sienta esperando a que yo haga lo mismo. Otra sensación extraña acude a mí, en especial a mis brazos. Es un temblor leve pero es como si estuviera por debajo de la piel.

Todo había sucedido demasiado deprisa.

Normalmente yo puedo volver andando a casa, mas la casa de West no está tan cerca como la mía así que esta vez habíamos decidido usar el autobús. Una vez sentados, quedando ambos en frente, nos manteníamos callados, incómodos por un motivo u otro, ninguno hacía contacto visual con el otro. No obstante, mis ojos inquietos decidieron cruzar nuestras miradas. La sensación que me producía verle así era demasiado molesta. Por su expresión tétrica adiviné que estaba decepcionado y saber que yo era la causante de ello me producía nauseas. En cualquier caso, los minutos posteriores fueron sobre todo un suplicio creciente. Ya en el portal de su casa habían comenzado a sudarme las manos y había empezado a hiperventilar inconscientemente, me dolían las sienes y una neblina negra trataba de apoderarse de mis ojos.

—No puedes pedirme que te crea en algo así.

Quizás había hecho una locura. Había cometido un terrible error. Tal vez había cavado mi propia tumba, me había enviado a una muerte segura o tal vez nos había enviado a los dos, pero no podía continuar con aquello sola.

Le había contado a West todo lo ocurrido hasta el momento, desde el principio, con puntos y comas, sin obviar ningún detalle y añadiendo que él también había sido en parte participe de los absurdos juegos de Connor.

West no me ha interrumpido mientras hablaba, sin embargo, ahora que he terminado me siento como una desconocida frente a sus ojos, porque ya no portan esa profundidad y calidez con los que siempre me miran. Sus ojos están vacíos.

Y mi lengua al parecer, dormida, ya que me quedo esperando unos segundos mientras me pasan mil cosas por la cabeza hasta que nuevamente es él quien rompe el silencio.

—Daniela. — reprocha aunque se corrige cuando entorno los ojos hacia él. —Nie, me estás pidiendo que crea la existencia de seres sobrenaturales.

—Por favor, tienes que creerme.

—Nie... — West me mira con los ojos desprovistos de brillo, absorbiendo cada una de mis palabras. Habla dubitativo, disuadido.

Me acerco a él, me inclino y me apoyo sobre sus rodillas, buscando sus orbes.

—Por favor.

—Esto es de locos. — dice moviendo la cabeza lentamente, de un lado a otro. —Estarás estresada por los estudios, deberías tomarte unos días de descanso.

Esta vez soy yo quien niega con la cabeza.

—No, ¡no! — prieto los labios. —Esto es exactamente lo que quería evitar, lo último que necesito es que piensen que me estoy volviendo loca. — veo como West abre la boca para rebatirme mas actúo antes de que eso suceda. —No estoy loca, West. ¿Por qué querría mentirte?

—No lo sé... — tuerce la boca y sé que está ocultando una mueca.

—No lo sabes porque no hay ningún motivo, no te estoy mintiendo.

—Tienes que entenderme.

—No, tienes que entenderme tú a mí.

—Llevo veinte años a tu lado y te conozco, sé que nunca me mentirías, pero... — Me quedo encogida en el suelo, de rodillas. El corazón se me ha disparado y el sudor me recorre la frente en pequeñas gotas. Aspiro varias veces exhalando lentamente para controlar mi desesperación aunque queda en vano. No lo iba a conseguir, no iba a conseguir que me creyera.

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