Capítulo 15

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Antes de abrir los ojos puedo percibir como todo lo que habita en el interior de mi cabeza comienza a dar vueltas y, tras haberme recostado muy lentamente sobre uno de mis brazos, me froto los ojos que aún están entrecerrados. Luego respiro despacio y no me cuesta nada reconocer este malestar que está penetrando hasta lo más intrínseco: Siempre he odiado las resacas.

—Maldita sea. — suelto para mis adentros y ese no es más que el principio de todas las obscenidades que digo a continuación.

Trato de adivinar mediante los huecos de la persiana la hora en la que vivo y para asegurarme palpo en la tenue luz mi teléfono móvil, cuya hora marca las diez de la mañana. Sin embargo, no me he percatado de una cosa:

Es miércoles.

—Joder, joder, joder. — ando tan apurada por la habitación que parece que levito por el suelo. Vuelvo a mirar el móvil unas cuantas veces para cerciorarme de que la situación que estoy viviendo es real, y acto seguido me visto velozmente.

Sé que todavía estoy dormida porque no me percato de la ausencia de mi madre hasta pasados unos minutos. ¿Por qué no me ha avisado de que llego tarde? Procedo a buscarle en su cuarto mas su cama está hecha y sus cosas intactas así que decido bajar a la planta de abajo.

Al no obtener rastro de ella opto por suponer que habrá salido a comprar y mientras termino de asearme sacio mi estómago con unos cereales con leche, además de muchos litros de agua. Me dispongo a coger la mochila mas al pasar por el salón veo una pequeña pieza blanca sobre la mesita de cristal que se sitúa tras la tele. Es la letra de mi madre diciéndome que ha tenido que salir de casa por unos días, aunque lo que se me hace extraño es que no me lo haya dicho en persona.

—Menuda mierda.

— ¿Te das cuenta de que desde que te has despertado no has hecho más que decir palabrotas? — veo como el cuerpo de Connor se manifiesta en el umbral de la puerta y como sus manos portan una manzana roja.

—Mi madre se ha ido fuera de la ciudad unos días, ¿tienes tú algo que ver?

— ¿Por qué me miras a mí? Es porque soy vampiro, ¿no? — el rubio hace una mueca adorable con la cara mientras que yo doy vueltas por todo el salón para encontrar mi mochila y cuando lo hago anuncio:

—Genial, pues coge el coche. Me vas a llevar a la uni.

—Como ordenes, amor. —como ya es habitual en él hace una reverencia y luego ambos cruzamos el caminito hasta llegar a la acera que da a la calle, donde Connor abre su Land Rover negro.

Una vez dentro, él agarra con fuerza el volante y yo abrocho mi cinturón. El vaho de nuestros alientos se percibe en el aire debido al contraste de la temperatura y casi puedo escuchar mis dientes tiritando.

—De acuerdo, ahora que estás completamente sobria, ¿puedes decirme desde cuando tienes un detector de vampiros interno? — cambia de marcha, pisa el acelerador y pregunta sin reparo.

—Yo no tengo ningún... detector. — digo abochornada.

—Pues explícame qué fue lo que pasó. — decreta dirigiendo su mirada hacia mí.

—Fue... al hacer contacto con él, creo.

— ¿Quién es él? — se interesa y asiente, con los labios cerrados y su semblante reservado parece que se está tomando algo en serio de verdad.

—Troy.

—Troy, ¿qué más? — cojo aliento, como si después fuera a hablar, y sacudo la cabeza.

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