capitulo 4

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De camino a casa el profesor Marcos, paseaba por las calles del centro, un centro que nunca dejó de admirar y del cual se sentía un enamorado. Pasaba por la avenida mientras no quitaba ojo, como siempre, a la majestuosidad de la Catedral incluso en más de una ocasión se paraba para observar algún detalle en el cual no se había fijado nunca. En su mente no deja de aparecer aquella época donde se realizo tan impresionante monumento y recreaba el esfuerzo y el gran trabajo que tuvieron que hacer aquellos hombres para levantar dicho edificio. Le producía tal admiración que llego a escribir un libro comparándola con las demás catedrales del mundo y que resultaría un fracaso, pues su objetividad quedo en entredicho y no tubo repercusión alguna.
Sentado en el mismo asiento de todos los días – Era otra de sus manías, pues si no cogía su asiento esperaba a otro autobús – pensaba sobre las grandes riquezas que tenían que seguir enterradas bajo la ciudad y que aun faltaban por descubrir, Marcos aunque enamorado de su trabajo tenia la frustración de no haber sido arqueólogo. La arqueología era otra de sus pasiones y aun no había tenido la oportunidad de haber realizado ninguna excavación o descubrimiento que llenara el vacio que eso le ocasionaba. Bajo un sol acogedor, propio del mes de enero y con un frio inusual en Sevilla, bajo del autobús y puso dirección a su casa, una casa plagada de artículos con historia y donde el barroco y la pomposidad eran visibles, casi desde la puerta de entrada. La Casa es una casa grande, con un gran jardín delantero por el cual entran los vehículos para estacionarlos en un pequeño parking situado a la derecha de la entrada principal. Cuatro grandes columnas de mármol soportan el peso de un arco que da acceso a la vivienda, una vez pasada la puerta de madera en color blanca y con dos grandes ventanales en los laterales, nos adentramos en un autentico museo, obras de arte inundan la paredes del gran salón y en el centro una escultura tallada en piedra que representa la resurrección de Cristo. La escalera, situada a la izquierda del salón, da acceso a la segunda planta donde el profesor tiene su estancia de descanso y un gran despacho combinado con taller, pues es en ese lugar donde pasa mas tiempo estudiando, investigando y escupiendo o restaurando.
Una intranquilidad impropia de Marcos le hacia estar esa tarde mas nervioso que en otras ocasiones, sin saber por que se encontraba en un estado de ansiedad que hacia mucho tiempo que no experimentaba, entrando en la cocina abrió el cajón de los medicamentos y saco dos sobres de tila, calentó un poco de leche y se propuso a encender la chimenea que se encontraba en el salón…
- ¡Ringgg! – sonó el teléfono
- ¿Si, Dígame?
- ¿Profesor Marcos Salvatore?
- Si, ¿con quien tengo el gusto de hablar? – Contesto intrigado.
- Disculpe que le interrumpa a estas horas de la tarde. Soy Manuel Fal, ¿me conoce?
- ¡Claro que si! Señor Catedrático de Bellas Artes de la universidad de Valladolid y la persona mas descastada, ruin y sinvergüenza que conozco, además de deberme aun 10 euros desde la ultima borrachera en Barcelona que cogimos juntos.
- Perdone… profesor, mi deuda para con usted esta altamente zanjada, ¿o no recuerda la vuelta en el avión? Taxi, comida e incluso la revista que utilizo durante el vuelo, a si que sinvergüenza… usted – replico el catedrático con síntomas de sarcasmo.
- ¡Jajajajajaj! ¿Qué ahí de nuevo…compañero? Me alegro mucho de que aun te acuerdes de los viejos amigos.
- ¿Que te cuentas? descastado. Faltaste a la reunión anual de Harvard y preguntaron por ti.
- En ese mismo fin de semana tuve dos conferencias y muy a mi pesar, me fue completamente imposible asistir, mi agente no consulto las fechas y yo no caí en recordársela.
- ¡Tampoco te perdiste nada del otro mundo! Lo de siempre… ya sabes – contesto Manuel de una forma resignada.
- ¿Una reunión anual contigo? Estuve apunto de clausurar las conferencias, no me gusta perdérmelas y mas aun si tu vas. ¿Por donde andas?
- Pues precisamente en Sevilla, he venido a dar una charla sobre el románico en el salón de actos Cajasol, ahí en la calle Laraña. ¿La conoces?
- ¡Claro! Esta justo en frente de Bellas Artes de Sevilla, un buen sito – Respondió Marcos.
- Entonces habrá que pagar viejas deudas y tendremos que cenar juntos. ¿No?
- Eso ni se pregunta. ¿Dónde te hospedas?
- Hotel Colon…
- Pues, ¿A las nueve te viene bien?
- Perfecto… No llegues tarde que sabes que odio esperar
- Al final te tendré que esperar yo… como siempre
- ¡jajajajaja! Pues muy bien a las nueve nos encontramos en la cafetería del hotel.
- Allí estaré. Un abrazo, amigo.
A las nueve y un minuto puso el pie izquierdo sobre el suelo de mármol de la cafetería, el profesor Marcos, miro a su alrededor y vio una silueta que le parecía bastante familiar, sentado en la barra del bar, se encontraba la persona con la cual había quedado, Manuel Fal.

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