oct, 14.

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Me he saltado clases en toda la semana, me la pasaba encerrado en el baño, hablando con el espejo, ocultándome cuando alguien entraba.

Todas las palabras se esfumaran cuando ya estaba cerca suyo, volvía al baño, me lavaba la cara y volvía a practicar frente al espejo. Pero sólo salían esas estúpidas dos palabras: "Hey, Josh." ¿Y luego qué le decía?

¿Qué tan ridículo es que yo sepa su nombre pero que él ni sepa que estoy en su misma clase?

Cambiaba el tono de voz en cada intento, trataba con una risa diferente, sutil. Era prácticamente un loco hablando y riendo con el espejo.

La puerta se abrió pero no tuve tiempo de esconderme. Él pasó corriendo por mi lado y se metió en el último cubículo, lo escuché gritar lleno de rabia, cuatro golpes secos se hicieron presentes en la habitación y luego, sollozos.

Me acerqué de a poco pero la puerta se abrió y caminó hacia el lavamanos con su paso bien marcado. Vi su cara en el espejo, con el ceño fruncido y lágrimas secas en sus mejillas. El agua que usaba se mezclaba con sangre de sus nudillos. Su pelo estaba despeinado, casi blanco, ya sin ése color brillante que lo hacía resaltar.

Tomó sus audífonos del suelo y soltó una maldición al notar que se habían roto, haciendo que los cables de cobre escaparan de la base de goma.

Me miró con los ojos aguados, volví a bajar la cabeza, aunque me hubiera encantado seguir mirándolo y abrazarlo. Abrazarlo muy fuerte y decirle lo lindo que es saber que existe.

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