Ya habían pasado 3 días exactos desde que Jun le había mandado esa carta a Minghao. 3 días demasiados tristes para Junhui. Él quería mandarle más cartas, pero estaba esperando una respuesta del menor. Estaba demasiado esperanzado a que él le respondiese.
«Voy a esperarte, Ming» —Eso es lo que Junhui decía en su mente desde que le envió la carta. El pobre estaba en su cama todo el día, y solo se levantaba para ir al baño o comer. Estaba tan deprimido y ya hasta le habían salido ojeras. Su apariencia ya no le importaba tanto, aunque casi todos saben que lo más importante para Hui era su imagen, pero, hasta no tener a Minghao en sus brazos eso no le importaba, porque lo más importante para él ahora era tener la compañía del menor. Quién lo diría.
Ahora él se encontraba en su cama leyendo el periódico. Nada interesante, pero no tenía nada que hacer. Hasta que su celular empezó a sonar y Jun saltó del susto.
Llamada entrante de Minghao.
Los ojos de Jun se abrieron como plato y su corazón empezó a latir como jamás lo había hecho. Por un momento casi se queda petrificado por la sorpresa, pero luego tomó consciencia y contestó.
—¿Ming?
—Hola, Jun—su voz se escuchaba fría y hasta un poco distante.
—¿Qu-qué? ¿Y cómo así...
—Mira, realmente no quiero tener problemas contigo... Por favor, no me mandes ninguna carta, ¿sí? Te lo agradecería bastante.
—P-pero...
—Usa el dinero de envío para otra cosa, Jun, no te lo gastes en mí—su voz empezó a temblar. Parecía que quería llorar.—Adiós.
Llamada finalizada.
Y como era de esperarse, Jun empezó a llorar. Nunca había escuchado a Minghao hablar de esa forma. Nunca. Ni él se lo podía creer. Ya no sabía como sentirse después de eso. Acababan de romper su corazón y sus esperanzas en menos de un minuto. ¿Cómo podía sentirse bien después de eso? Realmente era doloroso ver a un Junhui así, y no tenía a alguien que esté con él ahora. Tan solo era cuestión de olvidar a Minghao; así ya no tendría que estar sufriendo de esa forma.
Poco después dejó su celular en su mesita de noche, se bajó de su cama y fue a tomar una ducha. Realmente necesitaba una.
Mientras se bañaba empezó a reflexionar. Por una parte, las palabras de Minghao le hicieron darse cuenta de muchas cosas; cosas que él se las quería guardar para sí mismo. Al parecer no fue tan malo como pareció. Así que, al salir, se arregló y dejó esa fea racha que tenía hace días. Se dirigió a su notebook, puso una de las canciones que más le gustan y empezó a trabajar. Esta vez Wen Junhui no iba a derrotarse ni darse por vencido.
«Muy pronto me verás en China, Minghao».