Ya quedaba poco jugo en el vaso, y Danièle se paseaba por el ventanal con la mirada puesta en algún punto de París. La gravedad parecía no ejercer ningún tipo de fuerza sobre sus senos.
—¿Crees en el amor a primera vista? —preguntó él.
—No —respondió ella.
Ambos se quedaron en silencio por algunos segundos. Ella terminó de beberse lo que sobraba de jugo y puso el vaso sobre el alfeizar del ventanal; se volteó. La claridad del día parecía aferrarse a la piel de su abdomen. Eddard observava atentamente el pequeño lunar que parecía bailar en su zona pélvica.
—No creo en el amor a primera vista —dijo ella, después de un rato—. ¿Que dos personas lleguen a amarse con tan solo una mirada?, no creo que exista tal cosa —sus ojos se cristalizaron de cierta forma que parecía estar a punto de llorar. Continuó—: Pero creo en esto, ¿sabes?, en ti, acostado en esa cama. En mí, caminando desnuda por todo el este lugar sin sentir ningún tipo de vergüenza. En nosotros, sintiéndonos libres —hizo una pausa—. Creo en lo que sea que nos obliga a mirarnos con esta intensidad en los ojos.
Danièle caminó hasta la cama y se acostó a su lado. Él se volvió hacia ella y la arropó entre sus brazos, le plasmó un tierno beso en el hombro y se quedó sumergido en el suave aroma de su piel. No tenía intención de hacer otra cosa durante el resto del día.
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LA CHICA DEL CABELLO ROJO
Short StoryEddard despierta en su apartamento al lado de Danièle, la chica pelirroja por la que se ha sentido inusualmente atraído desde hace varios meses.