Tormenta

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Miré por la ventana. La lluvia se había hecho presente, trayendo consigo los rayos. Era hermoso.

Fui a la cocina para prepararme un café; volví a mi habitación, coloqué una silla frente la ventana y me dispuse a ver la lluvia. Al cabo de un rato, las cosas se pusieron peor; las gotas de agua caían con más fuerza y los rayos se convirtieron en truenos.

Algo rozó mi pie. Con tranquilidad, dejé el café en la mesita de noche y me fijé a ver que era. Astor, mi gato, ronroneaba y se paseaba por mis pies.

-Astor- lo llamé –Ven aquí pequeño.

Estiré mis brazos para tomarlo, él me miró tranquilo a pesar de la casi tormenta que se formaba afuera y saltó a mis brazos. Un ruido extraño llamó mi atención. Había comenzado a caer granizo. Sonreí. Astor miró por la ventana y luego a mí.

-Tranquilo, sólo es un poco de hielo.

Comencé a ser consiente del frío que empezó a hacer. Me levanté de la silla y dejé a Astor delicadamente en mi lugar. Éste maulló.

-Sólo voy por un suéter, no tardo.

Descalza, me dirigí al ropero y tomé mi suéter favorito. Me lo puse y me eché una ojeada por el espejo. Mi cabello rojizo, suelto y revuelto. Mis ojos cafés, con un peculiar brillo. Mi suéter, negro y grande. Mis piernas, delgadas y cubiertas por un pantalón corto. Y mis pies, descalzos y fríos.

Volví con Astor y lo puse sobre mis piernas, con la mano izquierda acariciándolo, y con la derecha, sosteniendo el café. La intensidad de la lluvia cesó (dejando atrás el granizo), pero los truenos no. Decidí estirar mi mano izquierda hacia la pared, para apagar el interruptor del foco y contemplar mejor la lluvia.

A pesar de la felicidad que me causa este tipo de clima, un color grisáceo oscuro lo cubre todo, disfrazando al ambiente con tristeza.

Astor comenzó a ronronear sacándome de mis pensamientos. Lo miré, sonriendo, porque el disfrutaba del momento tanto como yo.

Di un sorbo al café volviendo a mirar por la ventana.

Tranquilidad.

Las calles estaban solas desde hace treinta minutos, al igual que el parque de enfrente. La lluvia, caía secamente sobre todo, creando un ruido sordo. Los columpios, meciéndose solos al compás del viento; las hojas de los árboles, deseando poder volar libremente.

Todo se volvió claro por un segundo, después, la tranquilidad se vio interrumpida por un ruido estruendoso que venía del cielo.

Astor se sobresaltó y levantó la cabeza, mirándome asustado.

-Shhh. No te asustes, Astor. Estoy aquí. Fue sólo un trueno.

Terminé mi café y con mis dos manos libres, lo acaricié para que se calmara.

Cerré los ojos por unos segundos y al abrirlos mí gato ya no estaba.

Luego lo recordé: Astor había muerto por una tormenta hace un mes.

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