Costillas

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Salí del cuarto de baño y entré en el cuarto de las limpiadoras que estaba cerca para buscar algo que me fuera útil en caso de que me cruzara de nuevo con él, cosa que sería lo más probable. Llené un botecito que encontré de lejía y agarré un destornillador de una caja de herramientas, por lo menos sería mejor que no llevar nada.

Me dirigí a la cocina cauteloso, atento a cualquier indicio que me indicara la presencia de él, aunque mi vista empezaba a volverse algo borrosa. La herida estaba empezando a afectarme bastante.

Llegué de nuevo a la conserjería, no me hizo falta ni asomarme adentro para ver si seguía allí porque la puerta estaba abierta de par en par, había quitado los muebles de delante y había salido. Ahora podía estar en cualquier parte observándome, y sé que lo estaba.

Llegué a la puerta de la cocina y pegué mi espalda a ella, observando así todo lo que me rodeaba sin puntos ciegos, esperando algún movimiento o cualquier cosa. Abrí la puerta a mis espaldas y sentí un frío toque bajo mis costillas, bajé la mirada y vi horrorizado como parte del hacha estaba clavada en mi torso.

- Sabía que vendrías aquí.- Un aliento helado y podrido engullía mi oreja.

Escupí sangre, mi vista se emborronó aún más y mis piernas flojearon. Algo me agarró del cuero cabelludo antes de que me desplomara del todo y empezó a arrastrarme lejos de la puerta. El asesino había ganado.

Un Asesino En El InstitutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora